Hace cuatro años la bahía de Auckland fue escenario de la humillación del New Zealand a manos del Alinghi. Un país sin mar, Suiza, se imponía en su propio terreno a Nueva Zelanda, el país en el que hay un barco por cada ocho habitantes. La historia de la vela y sobre todo de la Copa América se reescribía tras el 5-0 con el que la tripulación liderada por Russell Coutts trituraba a los kiwis.

Los dos protagonistas de aquella historia vuelven a verse las caras a partir de hoy en la final de la Copa América en Valencia. Existen diferencias entre ambas experiencias. Las principales son que los papeles de ambos están cambiados y que a bordo no estará el genial e invicto Coutts, el hombre que lideró los tres últimos proyectos vencedores y que abandonó el Alinghi tras un desencuentro con Bertarelli, el multimillonario que se encaprichó con la competición y principal responsable de que Valencia haya sido escenario de este acontecimiento.

En esta ocasión el Alinghi es el que se ha pasado meses viendo competir a sus hipotéticos rivales. El sistema de actos previos -las regatas que se han celebrado durante los últimos tres años- les ha permitido competir contra el resto de barcos, pero su ausencia de la Copa Louis Vuitton, la competición que midió a los aspirantes y que ganó el New Zealand, les deja sin referencias directas en el momento de la verdad. Todo el mundo se guarda algo para las regatas definitivas. Se ha visto en Valencia. Los equipos han ido subiendo su rendimiento a medida que avanzaba el torneo y lo único que puede preocupar a los suizos es que ellos no han estado ahí para saber si realmente los kiwis son tan rápidos y perfectos como parece desde fuera del mar. Bertarelli y Butterworth, para mantener la tensión, idearon un sistema un tanto radical de elegir la tripulación. Juntaron a los mejores del mundo en dos barcos, los han hecho competir de forma salvaje entre ellos sin comunicar a nadie quién se subiría a bordo en el primer duelo de la Copa América. Ayer desvelaron el enigma y decidieron entregarle la caña al americano Ed Baird, que se impuso en el "casting" final a Peter Holmberg. El guiará al moderno SUI 100, el barco que aún no se ha medido a ningún otro barco en regata oficial, pero en el que Bertarelli ha puesto su fe y todos sus millones.

El New Zealand, el aspirante en este caso, llega tras impresionar en la final de la Louis Vuitton ante el Luna Rossa, al que arrasó 5-0. Su rendimiento ha ido a más durante los últimos meses, no cometen errores y parecen embarcados en una cruzada, recuperar la copa que se llevó de su país uno de sus compatriotas, Russell Coutts, a quien se considera un auténtico traidor. Su aprendiz, el joven Dean Baker, el hombre que fue atropellado por Coutts hace cuatro años, lidera la empresa. No vive para otra cosa que para llevar la Jarra de las Cien Guineas de nuevo a Auckland.