Ricardo Cabanas, hijo predilecto de la Galicia exterior, defiende su identidad natalicia sin renunciar a sus orígenes familiares. Ser suizo polifónico, Switzerland, Suisse, Svizzera, le ayuda a compaginar acentos sin chirrido. No es de segunda generación que se desapega de la tierra familiar; es de los que conservan el contacto y la veneración. Ha dado sobradas muestras.

"Mi sueño desde niño ha sido jugar en el Celta o en el Deportivo", comenta siempre. Y no dudó en aceptar cuando lo llamaron para participar en el estreno de la selección gallega ante Uruguay. Es de ese cantón sin frontera definida pero omnipresente, que es el cantón gallego, abierto a muchas influencias.

En su carrera, larga para sus 27 años, también ha mezclado lo diverso: Grasshopper, Guingamp, Colonia. Es en la Bundesliga donde más ha lucido, pese al descenso de su equipo.

Cabanas cruza fronteras internas y externas. Ni siquiera aprendió a jugar con la hermandad gallega, sino con la Juventus de Zürich de los emigrantes italianos. Es ciudadano del mundo, pero con un anclaje. Su itinerario ideal tiene una parada señalada: Galicia. Donde en carne de sus padres empezó todo.