Lacorzana, bien librada, lanzó un triple con 51-51. Ogoke repitió, también en buena posición. Con 51-54, ya a la desesperada, tuvo un último tiro Seniosain para forzar la prórroga. Fallaron, en el centímetro que separa el llanto de júbilo del doloroso. El Celta Zorka aún no es equipo de Liga 1. No deberían tardar, si el club mantiene sus líneas estratégicas. El corazón de la plantilla de Cantero ya es de élite.

Es ese coraje inmenso de las célticas el argumento que sostiene su partido. La escuadra pagó su adolescencia en el arranque. Todo parecía sentenciado con el 15-30 del minuto 12. Dentellada a dentellada, el equipo vigués escaló hasta amenazar con amargarle la fiesta al Valencia. Todo se conjuraba a favor de las levantinas: anfitrionas, con el apoyo fervoroso de 6.200 espectadores y Roig, su mecenas, en la grada de La Fonteta. La Federación Española celebra un proyecto que inyectará energía a la decadente liga española, acostumbrada por la crisis a que sus mejores talentos emigren. El Celta Zorka, terco, combatió contra los asientos contables y los pasaportes extranjeros -ocho en la plantilla taronja-. Esos tres tiros celestes hubieran causado ira en muchos despachos.

El arbitraje es otro factor en el análisis. No por consignas o fábulas. Palomo y Alcaraz afrontaban una tarea complicada. En general, cumplieron con honestidad y acierto. Pero el criterio les vaciló en ciertos instantes, sobre todo en el principio y el final. Solo una falta le pitaron al Valencia en el último cuarto. Consintieron el roce en la pintura y esa criterio favoreció a un Valencia de piel más áspera.

La gesta céltica, aunque de final triste, adquiere todavía mayor valor porque se escribió sin Germán, reducida a un triple y 13 minutos. Terrible día para la valenciana, ilusionada por jugarse el ascenso en su ciudad natal, ante su familia. Pero llegó rota al partido decisivo. El cuerpo no le permitió más. Cantero se quedó sin su jugadora más decisiva: la veterana, la de muñeca fría, con la polivalencia y la inteligencia que le permiten elegir dónde generar superioridad. Sin Germán, el Celta Zorka estaba condenado a moverse a impulsos.

Cantero decidió reservar lo poco de Germán en el banquillo. Y esa ausencia incrementó la previsibilidad de su juego a la vez que reducía la edad media del quinteto. El Valencia se alimentó de las pérdidas celestes. Clausuró la zona. En ataque, Aleksic hizo daño desde el perímetro y Pocek desde las proximidades del aro. El 4-11 resultó elocuente. Y aunque Germán aproximó a las célticas en su única canasta (15-18), el último arreón valenciano del primer cuarto hizo temer por una rápida resolución (15-24); sensación que el inició del segundo cuarto incrementó (15-30).

Tal vez la confianza se instalase en la cabeza de las jugadoras de Rubén Burgos. No cabe duda de la fe de las jugadoras de Cristina Cantero. Lacorzana y Carrera lideraron la remontada. Fallaban y se atrevían a fallar otra vez. Acertar era cuestión de insistencia. Un equipo capaz de superar los 100 puntos en la temporada regular entendió que sus únicas opciones pasaban por descontrolar el juego y convertirlo en una riña. El 26-35 del descanso las mantenía vivas más allá de lo que nadie en La Fonteta esperaba. Y un parcial de 8-0, del 33-43 al 41-43, aclaró finalmente que había partido.

Es cierto que el Celta Zorka despertó el miedo al fracaso del Valencia, pero nunca llegó a situarse por delante. Las celestes percutieron y percutieron. Seniosain apostó por galopar siempre, incluso cuando convenía frenarse. No se le puede afear. Retornar a lo racional cuando te has alimentado de la locura es cosa solo al alcance de gente experimentada. Esos triples lanzados por Lacorzana y Ogoke con 51-51, el primer empate del partido desde el salto inicial, resultan irreprochables. E incluso el Valencia, con su caché y sus arrugas, pecó de ingenuidad al consentir el último triple de Seniosain pese a que disponía de faltas sin bonus para frenar el último ataque céltico. La única que habían cometido en el cuarto, sobre Seniosain, debió ser intencional. A Carrera le cayeron palos sin castigo. Sin embargo, fue la ourensana la que se fue al banco eliminada. Las levantinas habían rebañado la última canasta y un tiro libre en el navajeo. Suficiente para estallar de felicidad y alivio. Al Celta Zorka le tocó llorar, pero el espejo no le devolverá ni un solo reproche. Su premio es el orgullo de toda una ciudad.