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La casa de campo del Fulham

En un tiempo en el que los estadios se modernizan para parecer todos iguales, Craven Cottage resiste a orillas del Támesis

Imagen reciente de Craven Cottage.

En un tiempo en el que los estadios han perdido su personalidad para convertirse en pequeños centros comerciales, con sus luces, inmensos cristales, paneles de metacrilato, butacas de plástico y nombre prestado de una multinacional, a orillas del río Támesis, en el barrio de Fulham, resiste impertérrito, aunque por poco tiempo, Craven Cottage. Acudir a ese lugar constituye un viaje en el tiempo, como regresar al fútbol de la primera mitad del siglo XX. Los jugadores allí parecen impostores, elementos llegados de una dimensión diferente para jugar por un día en un escenario que le pertenece en realidad a sus abuelos. En la selecta y lucrativa Premier League el del Fulham es el único estadio que se salva del proceso de estandarización que ha vivido el fútbol mundial en relación a sus estadios. El tiempo parece no correr en un estadio que conserva buena parte de los elementos con los que levantado hace más de un siglo y que constituye uno de los principales orgullos de sus aficionados. Esa hectárea, su historia, es uno de los grades patrimonios del fútbol inglés.

Los directivos del Fulham se fijaron en ese terreno a finales del siglo XIX y antes de que fuese campo de fútbol ya tenía una historia detrás de él. En el siglo XVIII William Craven, el sexto barón Craven, fundó a orillas del río Támesis una pequeña casa de campo, lo que se conoce en las islas como un "cottage", que estaría en el lugar en el que en estos momentos se ubica el círculo central del terreno de juego. Ese espacio se convirtió en un pabellón de caza real porque en las zonas circundantes se encontraban los cotos de Ana Bolena. Por aquella construcción pasó mucha gente y durante un tiempo vivieron personajes de toda índole. A los aficionados del Fulham, orgullosos de sus tradiciones, les gusta vincular aquella casa de campo a cualquier celebridad de finales del XIX. Les da igual que fuesen nobles, escritores o asesinos. Por allí se supone que en algún momento residieron el escritor Arthur Conan Doyle, el filósofo Jenemy Bentham o incluso la misma reina Victoria, aunque no hay evidencia alguna de que haya sido. En el año 1888 esa pequeña construcción desapareció. Un incendió la devastó por completo y ya nadie se preocupó por ella.

Por aquel entonces el Fulham (fundado en 1879) buscaba un lugar en el que instalar su campo. Llevaba casi una década dando vueltas y jugando de prestado en diferentes terrenos de juego. Sus directivos pensaron entonces en aquel terreno que había junto al Támesis y en 1894 llegaron a un acuerdo con los propietarios para su compra. El terreno estaba en pésimas condiciones y habilitarlo para que se convirtiese en un campo en el que se pudiese jugar al fútbol obligó a trabajos que duraron dos ellos. Se encargaron de esa tarea los propietarios a cambio de un porcentaje en las taquillas de los partidos.

En 1896 se inauguró la modesta instalación. En un partido contra el Minerva. No había gradas sino cuatro pequeñas plataformas de madera que servían como asientos. Eran muy inseguros y durante un tiempo se produjeron pequeños accidentes. La gente se caía, los tablones se rompían y era habitual ir a ver al Fulham y regresar a casa con algún arañazo o con la chaqueta medio rota. Entonces el ayuntamiento de Londres, preocupado por la inseguridad de la instalación, apremió al Fulham a tomar medidas bajo la amenaza de cerrarlo y prohibirle jugar en él.

La directiva no se anduvo con bromas. Contrató entonces al escocés Archibald Leitch, el constructor de estadios más famoso de aquel tiempo, el hombre que diseñó recintos legendarios como Ibrox, Celtic Park, Highbury, Anfield, White Hart Lane, Vila Park, Landsdowne Road o Goodison entre otros. No quisieron ser menos que el resto y pusieron a disposición de Leitch un presupuesto de 15.000 libras esterlinas para que desarrollase la obra. El escocés levantó un estadio hermoso, victoriano, con las características principales de sus obras. Y con un par de errores curiosos y que le dan una personalidad especial al recinto. La grada Johnny Haynes (en honor al jugador más importante de la historia del club) es el espacio más reconocible. Se conservan los asientos de madera, el techo con el reloj y sobre todo la impresionante fachada de ladrillo rojo (similar a la que hay en otros grandes estadios como Ibrox o el Vila Park) en la que está grabado el escudo del club con su año de fundación. Fue aquí donde Archibald Leitch cometió uno de sus grandes errores porque grabó el año 1880 cuando el Fulham se había fundado un año antes. Ese fallo nunca se pudo corregir porque existe la obligación de no tocar la fachada al tratarse de un bien a proteger.

Al margen de la ubicación, como un balcón junto al río, o su estructura, la otra gran característica que tiene Craven Cottage es lo que se conoce como "Pavilion". Está en una esquina del terreno de juego, en medio de la tribuna principal y uno de los fondos. Los aficionados la llaman "cottage" porque es una especie de casa de campo que asoma sobre el terreno de juego. Allí están ubicados los vestuarios porque Archibald Leitch (y aquí viene el segundo error importante) se olvidó de ellos al diseñar el estadio. Y se corrigió con esa edificación independiente en la que el Fulham colocó vestuarios, un par de dependencias y una especie de balcón desde el que suelen ver los partidos los invitados de los jugadores del equipo. Es otro de los elementos que no se pueden tocar.

Craven Cottage sufrió pequeñas modificaciones a lo largo del siglo XX. A finales de los años treinta la directiva del Fulham se planteó la posibilidad de reformarlo y agigantarlo para que dejase de ser uno de los campos más pequeños de Inglaterra. Se hablaba de alcanzar los 80.000 espectadores, pero la crisis apaciguó aquel arrebato. Un poco de menos de 50.000 espectadores es su récord en un partido contra el Millwall. La última gran reforma llegó después de la tragedia de Hillsborough, la que dio pie al "Informe Taylor" que obligó a cambiar la fisonomía de muchos estadios, acabar con las localidades de pie y mejorar los accesos. Craven Cottage fue de los que peor lo pasó para cumplir con la normativa. Por poco no llegan a tiempo de cumplir los plazos que las autoridades les habían dado, pero en 2004 pudieron estrenar un estadio remozado que sin embargo no ha perdido esa sensación de vivir en un tiempo diferente. Eso no durará eternamente. La modernidad llegará también a Craven Cottage. Pronto comenzarán las obras para cambiar buena parte del estadio. Se conservarán el "pavillion" o la fachada principal, pero en el resto llegarán las luces cegadoras, los cristales, los espacios comerciales y la dichosa modernidad.

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