En 2016, en el Gran Premio de España en Montmeló, prometieron darse una tregua. Márquez y Rossi habían vivido meses de permanente enfrentamiento. Unas veces más visible que otras. Medió mucha gente entre ellos, Dorna -empresa organizadora del Mundial- trató de intermediar para que enterrasen el hacha de guerra después de lo sucedido en Sepang, en la penúltima carrera del Mundial de 2015. Aquel día Rossi perdió la cabeza. Convencido de que Márquez llevaba varias carreras boicoteando lo que parecía iba a ser su décimo Mundial, soltó una patada que acabó con el catalán por los suelos y al final, con la pérdida de un título que fue a manos de Lorenzo. La tormenta que vino después nunca la ha vivido este deporte. Los simpatizantes de unos y otros se enzarzaron en una guerra permanente, un sinsentido teniendo en cuenta que durante unos años escenificaron mejor que nadie su papel, el de un joven piloto lleno de talento (Márquez) que un día comienza a competir contra su gran ídolo (Rossi). Complicidad a raudales entre ambos que desapareció en aquel tumultuoso final de temporada con los dos pilotos tirándose los trastos a la cabeza.

Vino la tregua pactada en Barcelona, las palabras amables, el reconocimiento de ciertos errores. Ya no volvió a ser lo mismo, pero al menos los dos pilotos abandonaron la crispación en la que se habían instalado y habían conducido al circo. Pero lo del pasado domingo en Argentina tiene mal arreglo. Márquez tiró a Rossi en su desesperado intento de remontada tras verse dos veces sancionado por su comportamiento en la pista. No midió tratando de encontrar un hueco que no existía y el italiano se fue al suelo de forma estrepitosa. Adiós a la calma. Lo que vino a continuación supera el nivel de tensión incluso de 2015. Rossi cargó contra Márquez como pocas veces se ha visto en el Mundial de motociclismo, no aceptó las disculpas del español y su equipo, Yamaha, ha pedido una sanción más importante para el de Honda por su forma de pilotar. Parece complicado que ambos vuelvan a acordar un armisticio como de Montmeló en 2016. En unas semanas se verán las caras en Austin en una reunión de pilotos que promete ser memorable. Arde el Mundial y solo se han disputado dos carreras.