Un reparto de puntos en un derbi como el disputado ayer en el campo de O Vao podría haber sido un buen resultado para los dos equipos, pero una lectura en profundidad deja ver que las sensaciones no fueron iguales en uno y otro lado.

El Pontevedra acabó el partido con una sensación agridulce después de haber dominado el marcador durante muchos minutos. Sumaron un punto que no les vale para abandonar el puesto de promoción de permanencia, y esta tarde estarán pendientes de lo que haga la Segoviana por si caen a puestos de descenso. Para el Coruxo la sensación en totalmente diferente. El punto logrado sabe a gloria, y tanto jugadores como cuerpo técnico le dan una gran importancia, que debe ser ratificada la próxima semana en Segovia.

El partido de ayer en O Vao tuvo un protagonista destacado y fue la lluvia. Por si no hubiera descargado agua suficiente en las horas previas, minutos antes de iniciarse el encuentro cayó una tromba tan grande que impidió que el drenaje del campo asumiera todo el agua y esta se acumulara. Esta situación provocó que el balón circulara con excesiva velocidad y, en muchos casos, fuera complicado controlarlo.

El Coruxo, además, afrontaba el encuentro con la baja de dos jugadores importante como Adrián Pazó en el centro de la defensa y de Antón de Vicente en el medio centro.

Fue el equipo vigués el que quiso llevar el peso del encuentro ante un Pontevedra que comenzó con muchas dudas en defensa, pero que poco a poco fue creciendo. No hubo demasiadas llegadas al área durante los primeros cuarenta y cinco minutos, ya que la lucha se desarrollaba en el centro del campo sin que hubiera un claro ganador.

Sin embargo, las ocasiones más claras fueron para el equipo dirigido ayer por Jacobo Montes. Silva no tuvo ayer su tarde, ya que el delantero dispuso de hasta tres mano a mano con Edu para romper la igualdad en el marcador. La primera en el minuto cinco con un centro al que no llega Higón, En el veintidós mano a mano con Edu, y un minuto después una doble ocasión de Silva y Juampa, con Edu de nuevo como gran protagonista.

Pero al Coruxo le siguen penalizando en exceso los errores defensivos, y a la media hora de juego un saque de esquina acaba en el gol del Pontevedra tras un rechace y quedar el balón muerto en el área pequeña.

En la segunda parte, como no podía ser de otra manera, el Coruxo dio un paso al frente. Los vigueses adelantaron líneas y se hicieron con el control del centro del campo, aún a riesgo de jugar tan adelantado que podía provocar las contras de los granates. Los jugadores del Pontevedra las tuvieron, pero también es cierto que Alberto no tuvo que intervenir demasiado y casi todos los disparos se marchaban lejos de su portería.

Jacobo refrescó la línea de creación, arriesgó metiendo a un delantero más y en la recta final del encuentro jugó con tres centrales. Mientras, el Pontevedra trataba de controlar el partido. Si no podía salir a la contra cortaba el juego con faltas o bien tenían que ingresar en el campo las asistencias, ya que lo importante era cortar el ritmo de juego.

Pero la insistencia tiene su premio y a cinco minutos para el final del encuentro, Fernando conecta un potente disparo al aprovechar un balón que había quedado muerto. Fue una explosión de júbilo, como si se hubiera ganado algún título, ya que los jugadores del Coruxo eran conscientes de que podía ser el punto de la permanencia.