Cuando con dieciséis años Ana Peleteiro logró el oro en el Mundial júnior en Montjuic con una marca estratosférica para su edad de 14,17 metros, el atletismo español se puso a contabilizar las medallas que iban a colgar en el futuro de su cuello. El viejo pecado del deporte español. Pero el camino que Ana Peleteiro ha recorrido durante estos seis años, hasta alcanzar ayer al mediodía en Birmingham la gloria que supone subirse a un podio mundial, ha estado repleto de problemas, de dificultades, de muros que saltar, de luchas internas que librar. Ana Peleteiro ha tenido que madurar personalmente y desarrollar su cuerpo sin dejar de demostrar su enorme potencial. Una presión extra para quien no era más que una adolescente criada deportivamente en un modesto club de a Pobra do Caramiñal, pueblo vecino a su Ribeira natal.

Y después de aquel triunfo inmenso en Barcelona empezaron a llegar los cambios y las dificultades. Ana Peleteiro inició un viaje que la llevó por diferentes escenarios, distintos entrenadores y ambientes cambiantes. Le costó encontrar su espacio, su territorio. Después de tomar en 2013 la decisión de abandonar el Barbanza, donde trabajaba a las órdenes de Lardo Moure, se fue a la Residencia Blume para unirse a Juan Carlos Alvarez, uno de los gurús de los saltos en España. No funcionó. Sus marcas se estancaron y Peleteiro pasó grandes momentos de dudas que comenzaron a poner en riesgo su carrera. En 2016 dio otro paso complicado: marcharse a Lisboa en busca de un impulso que la permitiese clasificarse para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. En Portugal se puso a las órdenes de Joao Ganso, el técnico que conducía la carrera de Nelson Évora. Acusó la adaptación y una lesión acabó por enterrar sus opciones de estar en los Juegos Olímpicos. Un pequeño revés que también costó encajar hasta el punto de que Peleteiro pegó un nuevo volantazo en su carrera. El acertado en fin. La gallega se unió definitivamente al grupo de saltadores que el cubano Iván Pedroso dirige en el frío de Guadalajara. Allí las piezas empezaron a encajar. Junto a la extraordinaria Julimar Rojas (actual campeona mundial tanto al aire libre como e n pista cubierta), Nelson Évora o Alexis Copello encontró el entorno que necesitaba para exprimir lo mejor de ella. Pedroso ha sido un personaje esencial en esta historia. Comprendió que con Peleteiro tenía que trabajar tanto la técnica, como la fuerza, como el aspecto psicológico. Y comenzaron a llegar los resultados. Marcas buenas, campeonatos nacionales y sobre todo algo imprescindible en un atleta de este nivel: situarse con regularidad en esa marca en la que se discuten los grandes títulos. En el triple femenino son los catorce metros. Y allí se instaló Ana Peleteiro. Día tras día, competición tras competición. Los entrenamientos decían que llegarían mejores marcas, las que valen medallas, pero que era necesario tranquilizarse y saber esperar. Ayer apareció esa marca. Con solo 22 años, con toda una carrera por delante. El viaje de Ana Peleteiro en busca de sí misma parece que ha terminado. Y ahora empieza un viaje diferente, mucho más gratificante.