La Superliga china, que estuvo cerca de llevar a Maxi Gómez y que dejó caer sus cantos de sirena sobre Iago Aspas, se pone en marcha hoy en medio de un intento de las autoridades del país asiático por controlar el descomunal gasto que los equipos pretenden hacer cada año. Después de la pasada temporada en la que se disparó el precio que se pagó por muchos de los jugadores (y los sueldos), el Gobierno ha tomado medidas para frenar la llegada de futbolistas que en muchos casos además solo acuden con la intención de firmar el contrato de sus vidas y luego dejar correr el tiempo como confesó recientemente el argentino Carlos Tévez, poseedor durante años del mejor contrato que se había pagado en ese país.

Hace años Xi Jinping, presidente de la República Popular China, decidió convertir el país en una potencia en este deporte con la idea de estar en disposición de ganar el Mundial en 2050. Llegaron cantidades de dinero ingentes y buena parte de la inversión del país se destinó a la promoción del fútbol. El problema es que eso abrió la puerta a la llegada de extranjeros, atraídos por contratos que quintuplicaban sus ingresos, y la amenaza para el jugador chino.

Por eso la Federación China y el Gobierno han tomado cartas en el asunto y en el campeonato que arranca hoy las restricciones son enormes y los entrenadores (muchos de ellos españoles como Gregorio Manzano o Luis García Plaza) tienen que hacer verdaderos equilibrios para componer una alineación. Cada equipo tiene un máximo de cuatro extranjeros en la plantilla de los que en el campo solo pueden coincidir tres. Pero además, en todo momento tiene que haber sobre el terreno el mismo número de extranjeros que jugadores sub-23 chinos. Un galimatías que condiciona la composición de las plantilla, las alineaciones e incluso las posiciones en el equipo como recientemente explicaba Cannavaro, técnico del Guangzhou Evergrande, gran favorito al título.

El corsé de las autoridades chinas a los clubes también afecta a los traspasos. Cada fichaje que suponga un desembolso de seis millones de euros obliga a los clubes a dar esa misma cantidad de dinero a un fondo que se dedica a potenciar el fútbol base. La locura por aprender fútbol no tiene comparación en el mundo. En la actualidad existen cerca de 30.000 escuelas y en el colegio el fútbol se ha convertido en una asignatura obligatoria: "Han eliminado la educación física como era costumbre y ahora dan fútbol", explicaba ayer desde China Luis García Plaza, uno de los entrenadores españoles que trabajan en el país chino. Estas medidas han conseguido que haya disminuido la inversión de los clubes con respecto a la pasada temporada aunque siguen pagando mejor que nadie en el mundo. Todo ello en busca de una receta para ser campeones del mundo.