El Coruxo perdió ayer en el campo de O Vao la enésima oportunidad de encarrilar de forma definitiva la permanencia en la categoría. Los últimos dos partidos, ante el Deportivo Fabril y frente al Talavera, invitaban al optimismo, pero ayer los vigueses volvieron a ser ese equipo que desperdicia la mitad del choque y que reacciona cuando la cosa va mal. Pero ayer faltó esa flor que en otras ocasiones permitió salvar, cuando menos, un punto.

Un partido más, la actuación del Coruxo hay que dividirla en dos partes. En los primeros cuarenta y cinco minutos, el Navalcarnero manejó el partido sin excesivos agobios. Al equipo vigués le faltaba la chispa de los dos últimos encuentros. La presión que se ejercía sobre los rivales se había transformado en correr detrás del balón sin lograr el objetivo, con lo que los madrileños se encontraban cómodos sobre el terreno de juego.

Esa falta de tensión quedó al descubierto a los catorce minutos, cuando en una jugada sin aparente peligro, un saque de banda, deja el balón a los pies de Joaquín, quien ve a Alberto adelantado y le mete el balón por arriba rompiendo la igualada inicial.

Había que remar contra corriente ante un equipo experimentado que comenzó a hacer su partido, parando el encuentro constantemente y defendiendo un poco más arriba para que los vigueses no estuvieran cómodos y no encontraran huecos para crear su juego ofensivo. Ese era el principal problema con el que se encontraban los locales, que les faltaba chispa, y no ofrecían buenas sensaciones.

La mejor ocasión para el equipo entrenado por Rafa Sáez llegó a poco más de diez minutos para la conclusión de la primera parte, cuando André Österholm disparó con fuerza rechazando el guardameta madrileño, no llegando Higón a rematar con claridad el despeje. Fue el único gesto del equipo vigués durante la primera media hora del encuentro. Pero todavía había tiempo para una nueva decepción, pues esa falta de tensión hizo de nuevo aparición a tres minutos para el descanso, cuando el Navalcarnero saca una falta y en tres toques, ante la impasibilidad viguesa, Álex González remata solo dejando el partido en una situación muy delicada para los jugadores del Coruxo.

Una vez más había que apelar a la épica. No era la primera vez y los vigueses dieron un paso al frente, aunque también es cierto que el Navalcarnero dejó que el Coruxo tuviera el balón, jugando su partido con una intensa defensa y cortando el juego y parando el partido todo lo que podía. Sáez no tardó en reaccionar, metiendo en el campo de Juanito Bazo, y la verdad es que el equipo comenzó a tener un poco más de presencia en ataque, aunque sin definición.

La situación seguía sin cambiar. Higón volvía a tener en sus pies el primer tanto, pero este se resistía y el partido entraba en un momento muy delicado. Sáez echó toda la carne en el asador refrescando las bandas, jugando con tres centrales. La polémica llegó con un agarrón sobre Adrián Pazó dentro del área, pero el marcador no se movía y los nervios iban en aumento a medida que el tiempo se acababa.

Higón, tras un disparo de Juanito Bazo al palo, devolvió la ilusión. El Coruxo dominaba el partido y comenzaba a llegar al área de un equipo veterano al que le pesaban los minutos. La igualada pudo llegar en el tiempo añadido, cuando Isma Gil despeja con apuros un potente disparo de Higón y Pablo García, con toda la portería para él, envía el balón alto. El tercer gol del Navalcanero fue una anécdota con un Coruxo volcado.