Sobre la pista de hielo, Suiza le metía ocho goles a Corea en un partido de hockey de los Juegos de Invierno de PyeongChang. La atracción del encuentro, sin embargo, estaba en la grada. Parte de la delegación de animadoras norcoreanas se ponía una careta con el rostro de un hombre que, para muchos, se asemejaba a Kim Il-sung, primer líder de Corea del Norte y abuelo de Kim Jong-un.

Ajenas a la polémica, que las autoridades de ambas coreas negaron, las cheerleaders acaparaban el partido con sus danzas y cánticos sincronizados, similares a los que suelen verse en los multitudinarios desfiles militares de Pyongyang. El país más hermético del mundo decidió enviar un equipo de 229 mujeres para, sobre el papel, servir de "palomas de la paz": un símbolo de la tensión aliviada en la península en medio de la mayor crisis nuclear que se recuerde en la región.

La decisión es controvertida para la mayoría, que ven al equipo como una forma de propaganda del régimen en la cita olímpica. Las jóvenes se encuentran bajo un estricto control y supervisadas para evitar cualquier tipo de contacto con extraños. Y, pese a la protección que les rodea, se han convertido en la sensación de los juegos.

Las más de doscientas animadoras, uniformadas por igual y con movimientos calcados, han atraído la atención de deportistas, medios de comunicación y público asistente. Han Sun-woo, un surcoreano de 25 años, habla con el New York Times tras compartir una semana con ellas: "Soy muy anticuadas. No viví los años 70, pero me imagino que era algo así".

No es la primera vez que Corea del Norte envía una delegación de animadoras. En 2006, fracasó en mantenerlas a todas bajo su vigilancia y una de ellas logró desertar. Han Seo-hee, en declaraciones al canal estadounidense CNN, descarta que vuelva a suceder: "Tienen seres queridos en casa. Saben que si escapan, su familia será aterrorizada y castigada". Corea del Norte incluye también a oficiales en PyeongChang, encargados de evitar un caso similar este año.