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ANIVERSARIO

La tarde que heló el corazón de Manchester

Hoy se cumplen sesenta años del accidente de Múnich que acabó con el joven y pletórico United que había construido Matt Busby

La tarde que heló el corazón de Manchester

Matt Busby, el hijo de un minero escocés que decidió convertir al Manchester United en el mejor equipo de Europa, se sentía feliz con su obra. Corrían los años cincuenta. Con la ayuda de su fiel Jimmy Murphy, reclutando talento en los alrededores de la ciudad, había armado un equipo joven -23 años de edad media-, solidario, generoso y atrevido alrededor de un portento físico llamado Duncan Edwards que relegaba a Bobby Charlton a la categoría de extraordinario actor secundario. Los "Busby babes" les llamaban. Acababan de ganar dos títulos de Liga en Inglaterra y su mente estaba puesta en ser los primeros en derribar en Europa al intocable Real Madrid de Gento y Di Stéfano. En la temporada 1957-58 se veían capacitados para ganar su primera Copa de Europa. El calendario que les esperaba en primavera era complicado. Primero debían deshacerse en cuartos del terrible Estrella Roja, luego esperaba el Milan y allí, a lo lejos, se adivinaba el enfrentamiento contra el Real Madrid en la final de Stuttgart. Pero un maldito accidente de avión del que hoy, 6 de febrero, se cumplen sesenta años acabó con el sueño. Sucedió en Munich en una tarde fría y cargada de drama y misterio.

El Manchester era consciente de que en Belgrado les esperaba una tarde infernal. Llegaban al Pequeño Maracaná con un pírrico 2-1 logrado en Old Trafford. Los serbios tenían un equipo duro como una piedra y en su estadio resultaban temibles. Pero los ingleses no se arrugaban. Se lo impedía Edwards y gente de la solvencia de Charlton, Taylor, Bent, Jones, Foulkes, Pegg, Viollet o Whelan. El encuentro fue dramático y la eliminatoria dio vueltas como una noria. Se pusieron 0-3, lo que anunciaba una tarde apacible, pero el gran Sekularac llevó al Estrella Roja al empate (3-3) que el United supo defender hasta el final de un duelo marcado por la dureza. En medio de un jolgorio fenomenal el equipo pasó la noche en Belgrado y a la mañana siguiente el "Elizabethan" -el mismo avión que les llevó en la ida- les devolvería a casa.

La historia del viaje está llena de incidencias. El aeroplano no cargó el suficiente combustible y tuvo que hacer una escala en Múnich para repostar. Tras subirse de nuevo a la aeronave, el comandante James Thain, veterano piloto de la RAF durante la Segunda Guerra Mundial, abortó los dos primeros intentos de despegue mientras la inquietud empezaba a apoderarse del pasaje formado casi en exclusiva por futbolistas y periodistas. El piloto envió a todo el mundo a la terminal a tomar café mientras trataban de solucionar el problema del hielo que se acumulaba en las alas e impedía al aparato tomar la suficiente potencia. La mayoría creyeron que se quedarían a dormir en Munich. Edwards lo daba por seguro e incluso puso un telegrama dirigido a su case -que se guarda en el museo del Manchester United- para anunciarle que llegaría un día más tarde. Era su verdadero deseo tras una tarde llena de sobresaltos. Al cabo de un rato volvieron a embarcar en el avión. Quien más y quien menos estaba inquieto. David Pegg se cambió de asiento porque entendía que en la parte de atrás se iba más seguro. Le siguió uno de los periodistas sin saber que esa elección acababa de condenarles. Cerca de él, Whelan, profundamente religioso, dijo que a lo mejor "les había llegado la hora"y comenzó a rezar.

En el tercer intento el avión amagó con levantarse, pero enseguida se comprobó que el Ambassador no alcanzaba la suficiente altura. Sin tiempo para detenerlo, el avión se salió de la pista, chocó contra un pequeño edificio y estalló en llamas. Los futbolistas que viajaban en la parte trasera murieron, el resto quedaron maltrechos salvo elportero Harry Gregg que salvó la vida del único niño que viajaba en el avión y que de entre los hierros fue capaz de sacar a varios de sus compañeros. 21 personas perdieron la vida en aquel momento. Eran siete futbolistas (Roger Byrne, Mark Jones, Tommy Taylor, Liam Whelam, David Pegg, Geoff Bent, Eddie Colman), tres técnicos del equipo, tres miembros de la tripulación y ocho periodistas entre los que estaba una leyenda del Manchester City, Frank Swift, que tras su retirada había comenzado a trabajar para el News of the World.

El impacto en la opinión pública fue brutal. Se repetía la historia del Torino de los años 30 que se extinguió para siempre en el accidente contra la basílica de Superga. A partir de ese momento la atención de los atónitos aficionados y de la prensa mundial se centró en un hospital de Múnich donde luchaban por salvarse Duncan Edwards y Matt Busby, la estrella y el creador del equipo. El técnico llegó a recibir la extremaunción porque los médicos no creían que saldría con vida; de Edwards se confiaba en su inmensa fortaleza. El centrocampista tenía diversas fracturas y heridas internas realmente graves. Peleó durante dos semanas por seguir vivo mientras Inglaterra contenía el aliento a la espera del milagro. Fue como si las esperanzas de futuro de los aficionados del United dependiesen de si su gran estrella sobrevivía al trance. En medio de la agonía llegó a preguntar al ayudante de Busby, Jimmy Murphy, que sobrevivió al accidente porque tenía partido con Gales, de la que era seleccionador:"¿A qué hora jugamos el domingo? No me quiero perder el partido contra los Wolves por nada del mundo". Edwards no llegó a jugar aquel partido ni ningún otro. El 21 de febrero de 1958, tras quince días de pelea, moría en el hospital de Múnich y la tragedia para los hinchas fue fue doble. Se había quedado sin gloria y sin boda con Molly, su prometida. Pese a su juventud era el absoluto líder de aquel Manchester United en el que jugaba desde 1953. Los ojeadores del United se habían adelantado a todos sus rivales y se hicieron con los servicios de un crío que jugaba en su pueblo, Dudley. Con apenas 16 años hizo su estreno con la camiseta del Manchester United y ya no se la quitó (disputó 175). Decisivo en los dos títulos de Liga consecutivos. "Juega como si el campo fuese suyo", había escrito un periodista de él. La muerte de Edwards supuso una conmoción para sus seguidores, pero también para toda Inglaterra. Edwards había debutado con la selección con apenas 18 años. Nadie lo había hecho más joven hasta el punto de que mantuvo ese récord hasta la llegada de Wayne Rooney. Inglaterra tenía un buen equipo por aquel entonces y había quienes soñaban que el genio nacido en Dudley les ayudase a ganar el Mundial. Por unos meses no llegó a disputar el campeonato de Suecia en el que seguramente hubiera compartido protagonismo con Pelé, que apareció en escena en ese torneo. Su categoría la resumió mejor que nadie Bobby Charlton que dijo aquello de "solo dicen que el mejor fue Pelé quienes no vieron jugar a Edwards".

Busby, en cambio, salió vivo y se juramentó para levantar al Manchester United de aquel drama. Desde su cama de Múnich envió un mensaje a los aficionados que se emitió por la megafonía antes del siguiente partido que hubieron de jugar en Old Trafford y que se escuchó en el estadio como si de una oración se tratase. A partir de ahí llegó el momento de reconstruir el equipo. Con un conjunto repleto de reservas, juveniles y con los que salieron vivos del accidente ganaron su siguiente partido, jugado en medio de una tensión dramática nunca vista, e incluso se clasificaron para la final de Copa en Wembley donde el público estaba con el United, pero el fútbol premió al Bolton, cuyos jugadores fueron incapaces de organizar una gran fiesta para festejar la victoria. Incluso el Real Madrid llegó a ofrecer la cesión de Di Stéfano en aquel momento de conmoción mundial.

Matt Busby cumplió su promesa. Los galones del nuevo equipo fueron a manos de Bobby Charlton y con el tiempo nació otro equipo grande que consiguió el objetivo de levantar una Copa de Europa. Fue en 1968 en Wembley contra el Benfica de Eusebio, con George Best como estrella. Esa noche Charlton fue incapaz de celebrar en el hotel la victoria con sus compañeros. El recuerdo de lo amigos que se quedaron en Múnich con el sueño incumplido de ser los mejores de Europa se lo impidió. Busby cumplió su deseo y se retiró un año después. Hasta su muerte en 1994 siempre repitió que el equipo de 1958 era lo mejor que había hecho en su vida. Nunca podía ir al estadio sin pasar junto a la placa que dice "Múnich, 6 de febrero de 1958. Un avión roto, un equipo roto, un sueño roto, ninguna palabra dicha, una promesa en silencio, os amamos entonces, os amaremos siempre, Edwards, Byrne, Taylor, Whelan, Jones, Pegg, Bent, Colman, Dios bendiga a los babes". Ya lo decía Gregg, el portero, "puede que no fuésemos el mejor equipo, puede que nunca lo llegásemos a ser, pero éramos los más queridos".

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