Hace veintidós años, hace veinte, hace doce y hace dos. Tantas derrotas en finales del Europeo y al fin conseguimos el oro. Se ha logrado con jugadores que no estaban en la lista y han resultado fundamentales, como Ariño y Sterbik. Y de la mano de Jordi Ribera, un entrenador que tenía en su currículo equipos como el Gáldar o el Arrate, capaz de conseguir lo más deseado. El mejor título es el de campeón de Europa. Que además concede una plaza directa para el Mundial. Enhorabuena a todos.

Sin embargo, el brillo del oro no debe cegarnos sobre la situación actual del balonmano español. De todos los Hispanos solo juegan en la Liga Asobal los del Barcelona y Figueras, pivote del Granollers. ¡Qué pena! Y cuidado sobre el relevo generacional. Los jugadores jóvenes de nuestra Liga tienen que hacer más cosas, estudiar o trabajar. No pueden entrenar tantas horas como nuestros actuales internacionales cuando comenzaron. Ahora nuestras figuras se han ido a competiciones auténticamente profesionales. Solo así, emigrando y cada vez en edades más tempranas, ha podido alcanzarse un alto nivel como el que tiene Solé, que también salió del Granollers. No nos dejemos llevar por la euforia.

En el extremo contrario de la edad está Sterbik, que es una figura que aparece de forma inevitable en todos los títulos de la selección española. Pero mención especial a Corrales. Nos llevó hasta la final con sus paradas en las semifinales ante Francia. El éxito siempre es obra de la colaboración del colectivo, de cómo los aciertos de unos y otros se van encadenando, solucionando así situaciones de debilidad.

España ha logrado el oro en el Mundial júnior, la plata en el juvenil y el oro en el Europeo sénior. Ahora toca seguir trabajando, intentando sobre todo solucionar los defectos que tenemos. Hay que buscar primera líneas lanzadores. Todo lo demás está cubierto. Y cuidado, que también los mejores entrenadores se van: Valero, Cadenas, Pastor, Raúl, Talant, Jota... Que no nos pase factura. Cuando se gana es precisamente el momento de seguir mejorando y realizar los cambios necesarios, sobre todo en la primera línea.

Respecto al encuentro, España salió con su mejor equipo tanto en defensa como en ataque, pero se encontró con un 6:0 sueco muy agresivo -a pesar de que el lateral Zachrisson era el cambio, que le pillaba muy lejos-. Suecia nos hacía goles por la zona central con Nielsen, un tipo de dos metros capaz de ser el primero en llegar al contragolpe. Tres paradas seguidas de Applegren lanzaron a Suecia. Su portero llegó a estar por encima del sesenta por ciento en paradas. España se empecinaba en jugar por la zona central. Pero Jordi encontró soluciones. Salió Sterbik a pista y España se colocó en 5:1. Tras el descanso Sterbik empezó a parar y en dos minutos ya estábamos empatados. Andresson, tras un tiempo muerto, buscó la variente de siete en el campo. Pero un parcial de 5-0 nos puso por delante. Suecia solo consiguió un gol en once minutos. Andresson agotó sus tiempos muertos sin encontrar soluciones contra el 5:1. España acumuló robos y anotó goles a portería vacía, disuadiendo a Suecia de seguir jugando con siete. Muchos entrenadores han estado desorientados con este recurso durante el torneo, lo que debiera conducir a cierta reflexión. España jugó los últimos minutos con la tranquilidad de su experiencia y ante unos suecos completamente hundidos. Al fin somos campeones y es algo que todos los que amamos el balonmano debemos disfrutar. Pero hoy, cuando nos levantemos, nuestras miserias seguirán siendo las mismas.