Era el día, el del punto de inflexión, el de la victoria imprescindible ante un rival directo, y acabó convirtiéndose en otro hundimiento para el Deportivo. La expulsión de Celso Borges en el 33 condicionó el encuentro, sobre todo en una segunda parte en la que el Dépor se fue achicando cada vez más hasta teminar colgado del larguero. Renunció a defender con la pelota y lo acabó pagando.

No mereció irse al descanso con dos goles de ventaja. Empezó con mucha ansiedad. Era una auténtica final y pesó sobre las botas de los blanquiazules Un panorama aterrador que hizo que afloraran las dudas y el runrún en las gradas.

Cuando peor estaba el Deportivo, el partido dio un giro con el gol de Adrián, a la salida de una falta lateral bien lanzada por Lucas (m.19). Un guion perfecto que pronto empezó a torcerse con la lesión de Sidnei. Sin centrales en el banquillo, Cristóbal echó mano del recién llegado Bóveda. El siguiente golpe, aún más duro, fue la expulsión de Borges. Arriesgó y se fue a la calle en el 33.

Cristóbal dio entrada Valverde para reequilibrar el centro del campo. El sacrificado esta vez fue Lucas Pérez, y no Gil, asistente de Andone en el 2-0. Gran pase al espacio y mejor definición del rumano.

López Muñiz se la jugó tras la reanudación con un doble cambio. Entraron Boateng y Roger en busca de más pegada. El Levante vivió casi permanentemente en campo contrario, pero le faltó profundidad y último pase para hacer daño. El Dépor, cada vez más atrás, seguía agarrado al resultado. A diez minutos del final Ivi recortó distancias con un disparo cruzado que se envenenó al golpear en el cuerpo de Schär. Más mérito tuvo el madrileño en el segundo, que firmó con un disparo ajustado desde fuera del área (m.84). Con el 2-2 el Levante quiso más, aunque pudo ganar cualquiera. Al final, empate con sabor a derrota para el Deportivo.