El Coruxo se metió ayer en un buen lío después de cosechar su undécima derrota de la temporada y sumar seis jornadas sin ser capaces de lograr los tres puntos. Una situación que le da a los dos próximos partidos una importancia vital para eludir los puestos de descenso.

El equipo entrenado por Rafa Sáez nos tiene acostumbrados a partidos en donde el equipo se rehacía tras una mala primera parte y lograba salvar, como mínimo, un punto como en los últimos dos partidos disputados en el campo de O Vao ante el San Sebastián de los Reyes y el Racing de Ferrol.

Ayer ocurrió todo lo contrario. El equipo vigués no hizo un mal primer tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que enfrente tenía un equipo que cada vez que llegaba al área defendida por Alberto Domínguez llevaba mucho peligro. Pero los primeros cuarenta y cuatro minutos de juego fueron de color verde. Los jugadores ejercían una presión sobre la salida de balón de los madrileños que le permitían recuperar el esférico con relativa comodidad.

Fueron unos primeros minutos en los que el Coruxo las tuvo de todos los colores para adelantarse en el marcador. Antón, Higón y Campillo fueron algunos de los jugadores vigueses que tuvieron claras ocasiones, pero el balón no quiso entrar.

Pero el rival también jugaba y, aunque le costaba llegar al área viguesa, Alberto Domínguez tuvo que intervenir con mucho acierto en alguna ocasión para que no se rompiera la igualdad inicial.

Las sensaciones eran buenas y solo faltaba el gol para darle un giro a la situación, sobre todo teniendo en cuenta los resultados que llegaban de otros campos, en donde le daban más importancia a los tres puntos en juego. Pero la realidad fue otra muy diferente. Una pérdida de balón en la línea de tres cuartos permitió una contra de los madrileños, que transformó en gol Jeisson a menos de un minuto para llegar al descanso. Un duro golpe para un equipo que lo había hecho bien en los minutos iniciales, y que sufría un duro castigo.

La segunda parte fue otra historia completamente diferente. El Coruxo ya no fue el de la primera parte. La presión sobre la salida del balón rival ya no fue la misma, el esférico se perdía con demasiada facilidad y eso permitía que los madrileños jugaran cómodos y se confiaran a una contra para sentenciar el encuentro. Al cuadro vigués le podía la ansiedad, y ya no tenía tan buenas ocasiones como las que había tenido en los primeros cuarenta y cinco minutos de juego.

Sáez refrescó la banda con la entrada de Pibe en lugar de Juampa y colocó a Fer por delante de la defensa en lugar de Antón buscando un aire nuevo en la línea de creación. Pero ni con esas. Basilio, guardameta madrileño, no pasaba apuros y los visitantes rentabilizaban el tanto de Jeisson al filo del descanso. Eso sí, no perdían la oportunidad de salir con velocidad a la contra para tratar de sentenciar el encuentro, y alguna ocasión tuvieron para lograrlo.

El partido había entrado en una fase anodina, en donde el Coruxo quería y no podía, mientras que el Rayo Majadahonda se limitaba a controlar la situación, sin arriesgar demasiado, pero sin perdonar una contra para solucionar el choque.

Iriondo, técnico del Rayo Majadahonda, movió el banquillo para tratar de tapar la banda por la que los vigueses trataban de entrar. Dani Pichín entró en el campo en lugar del lateral De Frutos, y el primer balón que tocó acabó dentro de la portería viguesa tras dar en el palo. Un duro golpe para los vigueses.

Faltaban poco más de veinte minutos para la conclusión y el Coruxo buscó la heroica, como en los últimos dos partidos. Los vigueses acumulaban hombres en la zona de ataque y a cinco para la conclusión llegó el tanto de Silva. Un gol que le daba vida a los vigueses, que en la última jugada del encuentro dispusieron de una nueva ocasión en la que Campillo llegó muy forzado y no pudo rematar de cabeza en buenas condiciones para lograr la igualada.