El vigués Martín Wizner y el pontevedrés Pedro Ameneiro, del Náutico, partieron en 2017 hacia el otro extremo del planeta como ilusionados aspirantes y regresan en 2018 como campeones mundiales sub 17 en la clase 420. "Ha merecido la pena. Ha sido una experiencia chula", sentencia Wizner, patrón en el equipo, sobre las Navidades pasadas en Freenmantle, la ciudad australiano que presenció una victoria con categoría de gesta. Porque Wizner y Ameneiro, aunque "navengando cómodos y con buen viento" en competición, se han enfrentado a poderosos meteoros: angustias financieras que hicieron peligrar su clasificación, competidores que siempre los habían derrotado, errores y accidentes en las primeras regatas...

Llegaron ayer a Lavacolla tras once horas de vuelo hasta Catar, siete hasta Barcelona, otras dos hasta Santiago y varias más gastadas en las escalas. Cansados pero felices, con la energía de la adolescencia y de la gloria. Se va difuminando el recuerdo de las dificultades, como la incertidumbre de inicios del otoño, cuando ignoraban si tendrían el soporte económico necesario para viajar a Australia. "La Federación Española no iba a ayudar al principio, no lo hacen con pruebas fuera de Europa", explica Wizner. "Pero vieron que había buen equipo y echaron una mano con el traslado de los barcos".

La apuesta federativa y personal pareció condenada a la decepción en las primeras jornadas. El Mundial se inició el 29 de diciembre. Por delante, doce regatas, a ritmo de dos diarias. En la tercera prueba la pareja del Náutico cometía un fuera de línea y sumaba 42 puntos. Así quedaba ya empeñado el descarte. En la cuarta, una sanción añadía 15 puntos a la mochila. El barco sufrió además una avería. "Esas dos jornadas nos alejaban mucho de la cabeza. La verdad es que creí que ya no podríamos ganar. Pero nos pusimos las pilas", explica Wizner. "Fuimos poco a poco, día a día, prueba a prueba. Llegamos con opciones al último día, que era nuestro objetivo.".

Su serie de la tercera a la penúltima jornada: 2º-1º-7º-1º-1º-1º. Alcanzaron la clausura siendo terceros. Pero con un trauma al que enfrentarse. Los líderes eran los italianos Demetrio Sposato y Gabriele Centrone. Sus verdugos habituales. En el Europeo Open de Atenas, en julio, Sposato y Centrone ganaron, desplazando a los gallegos al segundo escalón del podio. Un mes después, en los Europeos júniors, en Lago di Garda, las dos parejas volvieron a pelear por el oro. "El verano nos había dejado un sabor agridulce. En Italia nos habíamos quedado muy cerca, tuvimos opciones hasta el último día", recuerda Wizner. Él y Ameneiro tuvieron que confomarse con el bronce. Volvieron a imponese los trasalpinos.

"Nos llevamos muy bien. Somos todos amigos.En tierra siempre estamos juntos. Lo que pasa en el agua se queda en el agua", advierte Wizner antes de confirmar sus ganas de revancha: "Sí que apetecía. Llevamos toda la vida compitiendo contra ellos y siempre habían estado un puntito por delante". Sin miedo, impulsados por el viento y el coraje, encadenaron dos segundas posiciones y aprovecharon los errores de sus rivales (13º y 7º), sobrepasados incluso en la general por sus compatriotas Cilli y Mantero

"Este título supone más motivación para seguir entrenando y nos da nombre de cara a los rivales, aunque ya todos nos conocemos", concluye Wizner. 2018 abre otro capítulo en su carrera. La pareja se mantiene en 420 y sube a categoría sub 19. En Semana Santa disputarán el Campeonato de España, que adjudica las plazas del Europeo, y a partir de ahí el mundo se les vuelve a ofrecer en pleno.