Lo que ayer sucedió en el Baltasar Pujales de Bouzas fue una falta de respeto al fútbol, a los futbolistas y a los valientes aficionados que se atrevieron a acudir al Baltasar Pujales para presenciar algo parecido a un partido de fútbol. Resulta incomprensible que se suspendan todos los encuentros que organiza la Federación Gallega, pero se jueguen otros como el de Bouzas. Al final, el gran perjudicado es el fútbol, eso que tanto se quiere defender.

No cabe duda de que la situación era complicada, pues el Talavera había hecho un largo desplazamiento, y la próxima semana el Rápido disputa el partido de vuelta de la Copa Federación ante el Pontevedra, pero al final el conjunto castellano-manchego hizo noche en Vigo, al no atreverse a viajar, y el Rápido se vio obligado a hacer un desgaste extra dadas las condiciones meteorológicas, por lo que la opción de haber jugado esta tarde no hubiera sido descabellada.

El partido se ciñó a algo tan sencillo como a jugar a favor o en contra del viento. En los primeros cuarenta y cinco minutos fueron los vigueses los que lo tuvieron a su favor. Fue un factor determinante para dominar el encuentro, culminando el periodo con un excelente gol de Deivid, de esos que hay que guardar en la videoteca. Los porteros tenían muchos problemas para sacar el balón. Primero porque era imposible que el esférico se mantuviese parado para poder sacar, y después porque cada lanzamiento en largo o bien se quedaba corto o se pasaba de largo, en función de que si el guardameta de rigor tuviera el viento a favor o en contra.

Evidentemente la situación cambió tras el paso por el vestuario. Un descanso que se prolongó un poco más de lo habitual, puesto que las inclemencias meteorológicas también afectaron a las torres de la luz. En los minutos finales se apagó una, y en el descanso otras dos, con lo que hubo que esperar a que se volvieran a encender ya que se estaba haciendo de noche. No cogió de sorpresa que el Talavera tuviera el dominio en la segunda parte, con el viento a favor. La única diferencia fue que la intensidad iba en aumento, acompañado por una enorme manta de agua que hacía, incluso, que por momentos fuera complicado distinguir a los jugadores.

No cabe duda de que el empate a un gol fue el resultado más lógico en un partido que nunca debió disputarse. Mención especial merece el esfuerzo realizado por los veintisiete jugadores que saltaron al campo del Pujales. El sacrificio fue enorme, y poco más se le puede pedir dadas las circunstancias. Tanto fue el desgaste, que en los minutos finales los dos equipos se dejaron ir llevados por un agotamiento físico y mental que los bloqueaba. Lo cierto es que, tal y como se desarrolló la tarde, el punto fue bien recibido por ambos conjuntos. Ahora lo importante es reflexionar y poner los medios para que lo vivido ayer tarde en el Baltasar Pujales no se vuelva a repetir, por el bien del fútbol.