"No pongo la mirada en nadie, solo en mí porque soy el responsable del equipo". La frase de Berizzo, pronunciada durante la rueda de prensa posterior a la dolorosa derrota en Moscú (5-1) que compromete el futuro del Sevilla en la Liga de Campeones, era la demostración de que el exentrenador del Celta abría el paraguas ante los periodistas consciente de que le esperan días complicados a orillas del Nervión. La paciencia no es la mayor de las cualidades del entorno sevillista. El equipo ofreció síntomas inquietantes en algunos partidos de Liga (las derrotas en el Metropolitano y San Mamés sobre todo) pero el colapso de Moscú ha hecho saltar sobre Berizzo toda clase de reproches y acusaciones. Salen de los aficionados y de los medios de comunicación que siguen al conjunto andaluz. La posibilidad de no estar en los octavos de final de la Liga de Campeones -algo que se daba por asegurado en un grupo relativamente sencillo y mucho más después de gastarse 70 millones de euros durante el verano- ha encendido las alarmas en Sevilla donde cargan al argentino casi exclusivamente de esta situación.

A Berizzo le sonarán muchos de los reproches que ha escuchado y escuchará en las próximas horas. Argumentario muy parecido al que se utilizaba hace un año en Vigo para criticar la gestión que hizo de la plantilla en los primeros meses de competición cuando debía compatibilizar la Liga con la fase de grupos de la Europa League. En Sevilla se acusa a Berizzo de no tener a casi ningún jugador enchufado, a casi todos ofreciendo una versión disminuida, de no tener claro el once inicial, de rotar cada semana de forma incomprensible, de no utilizar a algunos de los grandes fichajes del verano y de realizar los cambios demasiado tarde. Nada le sonará a nuevo. Aunque a diferencia del Celta y de Vigo, se enfrenta a un ambiente diferente, a un equipo donde el grado de exigencia es infinito (se discute al técnico cuando en la Liga está a solo dos puntos del segundo clasificado y que sus opciones de estar en octavos de la Liga de Campeones son aún sólidas pese al palo ante el Spartak) y donde la paciencia no es una de las grandes virtudes del entorno.

Los medios le han castigado con dureza y le responsabilizan de la derrota de Moscú -esa clase de partido que deja heridas grandes en quien no está acostumbrado a caerse de ese modo por el barranco- dejando en una breve acotación el posible grado de culpa de sus jugadores. Berizzo concedió ayer día de descanso tras el largo viaje desde Rusia y hoy regresarán a los entrenamientos para preparar un partido realmente complicado y en el que va a ser escrutado de forma minuciosa. El sábado se enfrentan al Valencia, equipo con el que mantienen en los últimos años una intensa rivalidad, y que de la mano de Marcelino está firmando un sobresaliente estreno de temporada. Los de Mestalla les esperan además más descansados y con la euforia de verse de nuevo en la zona alta de la clasificación. Otro palo en un partido importante podría poner a Berizzo en una situación mucho más delicada y el ruido a su alrededor comenzaría a ser ensordecedor.

La experiencia en el Celta demostró a Berizzo -como tantas otras veces en el fútbol- que la calma y el tiempo deberían ser compañeros habituales de viaje a lo largo de una temporada. Pero en Sevilla ahora mismo no entienden de eso. Le exigen exentrenador del Celta que dé un cambio radical en la trayectoria del equipo con argumentos tales como que "aún no es consciente del lugar al que ha llegado". Ante eso, queda claro que el escenario en el que el Toto se mueve ahora mismo está repleto de francotiradores.