Ruth Beitia, la campeona olímpica de salto de altura en Río 2016, ha anunciado su retirada durante el acto de entrega de esa medalla de oro al museo del Deporte de Santander. Acompañada por su entrenador, Ramón Torralbo, su otro "50 por ciento", Beitia ha explicado que "dejan" su vida deportiva después de seis "meses muy duros" en los que se ha visto afectada por diversas lesiones, principalmente por una tendinosis en el hombro que le ha causado mucho dolor. "Ya hemos atravesado el duelo y ya he llorado mucho, ahora toca seguir sonriendo a la vida como siempre he hecho", ha resumido Beitia. Quince medallas internacionales y 29 títulos nacionales en 28 años de romance con el listón resumen la fértil trayectoria de la saltadora.

Con 38 años, su cuerpo -71 kilos repartidos en 192 centímetros- ha dicho basta. Después de haber aguantado impertérrito entrenamientos intensivos durante dos decenios, su organismo, que no había consentido una sola lesión en las grandes ocasiones, en el lapso de pocos meses le ha ido presentando facturas atrasadas. La final de los Mundiales de Londres, el 12 de agosto pasado, fue su última competición, la que le indujo, finalmente, a la retirada. Había prometido que lo dejaría cuando viera que no era capaz de meterse en las finales. En el estadio londinense, pese a las lesiones, sí lo hizo, pero sólo para terminar en último lugar.

No regresó de vacío, con todo. La IAAF le entregó el trofeo Fair Play por el cariñoso trato que dedicó en plena pista a su rival Alessia Trost cuando la italiana lloraba su eliminación en la calificación.

Londres vuelve a provocar su retirada. Ocurrió, la primera vez, después de los Juegos de 2012, desilusionada cuando en el último momento se le escapó la medalla. Pero fue un adiós efímero, de apenas dos meses. Inducida por Torralbo, Ruth volvió al trabajo ese mismo invierno, porque se aburría en un otoño lluvioso. Desde entonces, en paralelo con su carrera política como diputada del PP en el parlamento de Cantabria, ha conseguido sus mejores logros: campeona olímpica, tres veces campeona de Europa -una de ellas en pista cubierta-, bronce en un Mundial y dos Ligas de Diamante.

La menor de cinco hermanos, Beitia mamó el atletismo desde que nació, el 1 de abril de 1979. Su padre ejercía como juez en las pistas y fue el primer olímpico de la familia, en Barcelona 92. Además, todos sus hermanos han practicado el atletismo. Después de ella, la más destacada fue Inmaculada, notable saltadora de longitud y triple.

Con 8 años Ruth ya empezó a entrenar con Torralbo, el hombre que acopló la estatura de aquella muchacha risueña a la disciplina del salto de altura después de una primera etapa como corredora de cross. Su carrera deportiva ha sido larga y consistente. Su imagen y su curiosa forma de concentrarse, moviendo rápidamente los dedos de su mano derecha extendida, ha podido contemplarse en todo el mundo: la mirada clavada en un punto fijo del horizonte, los ojos desorbitados, los labios moviéndose como si conversara con un fantasma. "Me divierte hablar con el listón, me sirve como refuerzo positivo para pasarlo. Unas veces le hablo sobre un aspecto técnico, otras como forma de motivación generalizada. El listón es mi amigo", relata.

Hubo un momento en que se disputaba con Marta Domínguez el título honorífico de mejor atleta española de todos los tiempos, pero la caída en desgracia de la palentina y luego la catarata de medallas que obtuvo en sus últimos años inclinó la balanza de su lado.

Beitia, 65 veces internacional, la gran capitana de la selección española, atesora una combinación perfecta de calidad y garra competitiva. Ni escurre el bulto, ni se sacude la presión. Trabaja desde los 21 años con la psicóloga Toñi Martos, que le ha enseñado a canalizar los estados de ansiedad y a disfrutar en la pista en pleno estrés competitivo. Desde hace años se había convertido ya en "la abuela" entre la elite mundial y ha mantenido una relación cordial con sus rivales, con una sola excepción, la croata Blanka Vlasic, que a su juicio se sentía "la reina del mambo".

Beitia afirmó que le "encantaría" que alguien cogiese su relevo, advirtiendo que en España hay un "grupo de saltadores increíbles", destacando a la gallega Saleta Fernández. "Es una 'jovencita' que puede tomar mi relevo, sólo hace falta que se lo crea", sentenció.

La lucense se despidió a través de las redes sociales de su maestra, a la que calificó como "la mejor persona" que ha conocido en el atletismo, una de esas "que cogen los sueños y los convierten en realidad".