Fue en Sudáfrica donde Manuel Garrido, canoista del Kayak Tudense, terminó el Mundial con una sonrisa. El segundo puesto le confirmaba como uno de los mejores en la especialidad de maratón. Una prueba de 27 kilómetros en la que tuvo que superar numerosas dificultades. "Fue duro, muy duro. El calor, un río complicado y los rivales. Todo se juntó. Pero tuve muy buenas sensaciones. Incluso pensaba que podría ser campeón", desvela. Pero su gesta tuvo otros condicionantes.

Manuel Garrido se preparó de forma intensa para la cita más importante de la temporada. Sus vacaciones, antes del campeonato, fueron en Mallorca. Allí se fue en busca de un lugar similar para entrenar al que se encontraría en Sudáfrica. Reconoce que "fue extraño. Estar de vacaciones y entrenar. Olvidarte de tu trabajo diario, pero pensando en el deporte. Pero tuve el apoyo de mi familia. Ellos lo entendieron y les estoy agradecido. Hasta siento emoción por lo que hicieron".

Pero tuvo que superar otro problema. No había logrado la plaza directa para estar en el campeonato. Esto quería decir que debía pagarse el viaje. La factura de la medalla de plata ascendió a casi 2.000 euros. "Es difícil de explicar. Quizás mucha gente no lo entienda. Ganar una medalla para España sin que le cueste nada a la federación", señala. Y añade que "tenía que hacerlo por pasión. Era importante conquistar ese logro. Al final salió bien, pero también pudo ser peor".

Muestra también la medalla de bronce en el Campeonato de Europa disputado en Ponte da Lima a comienzos del mes julio. Fue otro desafío, menos costoso en lo económico pero con un simbolismo especial. Allí estaba su familia y una multitud de amigos. Volvía al podio después de varios años de ausencia. "Fue una sensación extraña. Me liberé. Quería volver a demostrar que podía hacer cosas importantes. Fue como un desafío muy cerca de casa", reconoce. Pero al mismo tiempo también dice que "tener a mi familia y tantas personas conocidas y amigos me llenó de responsabilidad. Y no sé si decir de presión".

Manuel Garrido fue campeón del mundo tres veces en la categoría sub 23. Gestas que le llevaron a convertirse en una gran promesa de este deporte. Pero el tudense pronto comprendió que el piragüismo no daba para vivir. Tenía que buscar una alternativa. "Siempre me gustó la hostelería. Monté un restaurante con mucho esfuerzo. Le dediqué muchas horas. Pero sin dejar de ir al río. Reconozco que tanto esfuerzo hizo que bajara mi rendimiento deportivo. Sin embargo, no había elección. Del piragüismo no se vive".

El negocio hostelero funcionó. Se esmeró en cuidarlo. Tanto que decidió establecerse en una mejor ubicación y también dotarlo de mejoras. Ahora es uno de los de referencia en la villa tudense. Su taparía se encuentra al final del Paseo de la Corredera.

Allí tiene su uniforme, ya que "los detalles son importantes". Pero también guarda en ocasiones las palas que utiliza en los entrenamientos y las competiciones e incluso alguna medalla. No suele mostrar sus trofeos al público. "No es mi estilo presumir de ello", afirma. Trabaja de cara al público y se ha convertido en un "gourmet". Insiste en que "algunos me llaman así en tono cariñoso. Solo trato de hacer las cosas lo mejor posible". Entre vajillas, mesas y un inigualable paisaje en el que se contempla un tramo del río Miño en el que suele entrenarse, Manuel Garrido vive rodeado de elementos que le son muy conocidos y familiares.

Trabajo, esfuerzo y dedicación. Son sus claves. También el apoyo que ha tenido de sus patrocinadores particulares.