Javier Abadía quedó tendido sobre el césped, doliéndose de la rodilla. Se anticipaba la rotura y la camilla, el drama. Mientras el juego se enredaba en otra zona, Abadía se recompuso, esperó que el oval regresase a sus brazos y cargó, impulsando el ensayo de Antón Díaz que suponía el 24-27. El Kaleido, en el ansia de victoria, no supo proteger después el bonus defensivo pero sí el ofensivo obtenido en ese arranque de coraje. Norm Maxwell entró incluso en el campo y amagó con obligar a Abadía a retirarse. Ya antes a Tatafu le habían tenido que restañar el rostro y el tongano rechazó igualmente el cobijo del vestuario. Este Kaleido, adelgazado y rejuvenecido, conserva el corazón.

El XV del Olivo protagonizó una salida fulgurante, bien culminada por Barandiarán, pero que pronto se desmoronó ante el solido juego del Eibar. Los vigueses sufren en las fases de conquista. Les cuesta clavar los tacos en la melé. Y en la primera mitad mostraron además demasiadas grietas en la línea. El 7-22 reflejaba al descanso la blandura en los placajes.

Pero el Kaleido, como demostró en el derbi ante el CRAT, jamás se rinde. Los vigueses encontraron continuidad en su juego y tuvieron instantes de inspiración como Riveiro en la agónica carrera de ochenta metros que transformó en ensayo su robo.

Así que el Kaleido tuvo incluso la victoria a su alcance. Carente ayer de saltadores, las pérdidas en el line-out acabaron suponiendo un lastre fundamental en la veintidós rival. El cuerpo y el carnet de identidad anticipan que toca sufrir la permanencia. Sobra corazón para lograrla.