Ha vuelto Carlos Blanco a Vigo. Uno de los mejores jugadores de rugby que pasó por las filas del Kaleido. Sin duda el de más impacto. Regresa pero ya retirado, de visita y con su hijo Félix en brazos. "Tengo aquí buenos amigos y buenos recuerdos", explica.

Su fichaje se gestó en verano de 2010. El Vigo acababa de contratar como entrenadores a Monreal y Maxwell. El presidente, Ramón Babé, recibió un correo. "Me llamo Carlos. Soy de Australia, mi padre es gallego, de Pobra de Trives y me gustaría probar la experiencia de jugar en España. Puedo enviar mi currículo. No ocuparía plaza de extranjero". Investigaron y descubrieron que Blanco había sido internacional sub 17 y sub 19 con los 'wallabies'. Le hicieron sitio.

La estatura de Blanco, fichado como central, decepcionó a los directivos vigueses cuando salió por la puerta de Peinador. El disgusto les duró hasta que lo vieron placar en el primer entrenamiento. Pronto se convirtió en una pieza esencial de una escuadra que rompió las previsiones. Blanco lideró al XV del Olivo en el ascenso a División de Honor, el primero de un equipo gallego en toda la historia. Monreal lo convirtió en capitán, como trasunto suyo dentro de la cancha. Estuvo tres campañas aunque su participación fue menguando por sus compromisos internacionales. Debutó con la selección española y después lo contrato la Federación Española para el combinado de "seven".

"Tenía opciones de jugar en otros lugares. Pero quería estar cerca de mi familia gallega, conocer mis raíces y mi identidad. Vine a jugar y a disfrutar. Lo que sucedió con el equipo fue un bonus. Conseguimos algo especial", relata. Precisamente una de las razones de su visita actual es que su padre conozca a su nieto, cuyo rostro solo había podido contemplar por Facetime.

Blanco celebra lo que vivió en la cancha y las experiencias. "A mis amigos de Australia les explico qué maravilloso fue encontrarme al otro lado del mundo un club formado por cincuenta amigos".

Acabó regresando a Australia en 2014. "Era tiempo de volver, casarme y empezar a trabajar en mi profesión. Aunque hubiera preferido quedarme un año más en el 'seven'", confiesa. La situación de la Federación Española no lo permitió: "Hubo dudas con la selección, cosas de la Federación... Era complicado quedarme para solo jugar a rugby y mi mujer quería volver a Australia". Eso le impidó completar el ciclo olímpico con el combinado español, ya que esa modalidad de rugby entró en el programa de Río. "Fue una pena muy grande no jugar los Juegos de Río. Fue especial ver a los chicos conseguir el objetivo de tantos años de entrenamiento. Me han contado muchas historias de los Juegos. Pero no puedes tener todas las cosas que quieres. Al mismo tiempo tengo una buena vida en Australia. No me puedo quejar".

Blanco trabaja como consultor de empresas. Un oficio al que aplica lo que aprendió en el rugby y específicamente valores con los que se reencontró en Vigo. "Jugando a un deporte a un nivel alto aprendes el sacrificio, el compromiso, el entrenamiento duro para lograr un objetivo. Y el rugby cultiva valores muy buenos. Es peculiar, pero vine a España después de estar jugando muchos años en Australia, donde es un deporte muy popular. Allí estaba en un equipo amateur pero donde todos los jugadores buscaban un contrato profesional. Aquí encontre a personas que habían descubierto el rugby ya con cierta edad y lo practicaban exclusivamente por amor al juego"

Blanco sostiene en su regazo a Félix. "Tiene el cuerpo de un pilar ahora mismo", bromea. No quiere marcarle el camino. "Yo jugué a tenis, baloncesto, fútbol... Descubrí que el rugby era mi deporte. Félix también tiene que probar. Si decide igual que yo, lo apoyaré". También si algún día, igual que él, hace la meta y viaja a Galicia a conocer sus orígenes. "Ya tiene su pasaporte español".