Enrique Míguez, el canoista que logró la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, volvió a ejercer de 'maestro de ceremonias' en el Descenso Popular en el que participaron 800 personas. El emblemático deportista volvió a dar la salida a una prueba no competitiva de cuatro kilómetros. Fue una fiesta de la piragua, como ya la consideran muchos.

Las camisetas amarillas inundaron el río Miño. Los inscritos recibían este obsequio de los organizadores. En Salceda se juntaron todos para participar en una romería, un acto que ya se ha convertido también en tradicional. La música y la bebida fueron también protagonistas en un día con mucho calor y en el que familias enteras se reúnen para disfrutar de lo que ya es una inmensa fiesta en el río Miño.

Las embarcaciones se colocaron cerca del río. Muchos de los participantes utilizaron las suyas particulares, pero otros optaron por el alquiler. Se habían agotado varias semanas antes. Todos realizaron los correspondientes preparativos.

El ambiente fue familiar y se aderezó con numerosos disfraces. Los participantes querían disfrutar de la experiencia. Muchos ya la conocían de años anteriores, pero otros eran novatos.

Enrique Míguez ejerció de 'asesor particular' en muchos casos. Y poco antes de darse la salida volvió a dar muestras de su talento. Ordenó y mandó, como es tradicional. Todos le obedecieron, aunque algunos adelantaron la salida unos cuantos metros. Un detalle sin importancia.

Los participantes también tuvieron tiempo para la emoción. Guardaron un respetuoso minuto de silencio por los fallecidos en los atentados de Barcelona y Cambrils. También hubo aplausos. Después, todos comenzaron remar en dirección a Tui. Algunos llegaron a la sede del Kayak Tudense casi tres horas después. Reconocieron que habían realizado alguna parada por el camino. Y es que lo que se trata es de disfrutar del río, sin mirar el reloj.