Nueva Zelanda devolvió a Estados Unidos la afrenta de hace cuatro años en San Francisco. En 2013, entre la bruma de la bahía californiana, se produjo una de las mayores remontadas que ha conocido la historia del deporte. Con 8-1 a favor, el "Oracle" patroneado por el australiano James Spithill se impuso en las últimas ocho regatas para lograr un histórico 8-9 y hacer buena la indecente inversión económica de Larry Ellison, el magnate que se había propuesto llevar la competición de vela más importante del mundo de vuelta a Estados Unidos.

Ayer el "New Zealand" culminó la esperada venganza y provocó el delirio en el pequeño país en el que el rugby y la vela son los deportes nacional. Un triunfo incontestable en el agua (7-1 en cómputo general) pero también fuera de ella gracias a la audacia e imaginación con la que los "kiwis" multiplicaron el rendimiento de su embarcación. Una explicación que hay que buscar en sus "ciclistas", en el imaginativo sistema que emplearon los diseñadores para generar la potencia hidráulica que necesita el barco. En vez de los habituales molinillos que la tripulación movía con sus brazos, el "New Zealand" instaló dos tándem de cuatro bicicletas colocados en los cascos del catamarán A fuerza de pedaladas los miembros del equipo producían la energía para mover los sistemas hidráulicos, que levantan y bajan los 'foils (alerones) y manejan la enorme vela en forma de ala.

El proceso tampoco resultó sencillo porque la embarcación neocelandesa se preocupó de que todo se llevase con el máximo sigilo. Un clásico de la Copa América, donde el espionaje entre los sindicatos y la compra de información eran moneda común. Grant Dalton, el responsable de la empresa, tomó varias decisiones cruciales. Por un lado entregar la rueda del timón a un joven de 26 años llamado Peter Burling -oro en 49er en los Juegos de Río y plata cuatro años antes- y por otro contratar a un ciclista llamado Simon Van Velthooven (bronce en los Juegos de Londres 2012) para que se sumase al proyecto y preparase al resto de integrantes de la embarcación, convertidos de repente en mitad regatistas y mitad ciclistas. Van Velthooven se sitúa en el barco delante en el tándem y tras él van otros ilustres de la vela como Blair Tuke (compañero de Burling en el oro de Brasil), Josh Júnior o Andy Maloney. Todos ellos se sometieron a un estricto entrenamiento ciclista que consistía sobre todo en largas sesiones de mountain bike. Todo ello rodeado de toda la distracción que fuesen capaces de mantener. Aquello dio pie a situaciones curiosas en el ámbito doméstico. Crecían sus cuádriceps y ellos no podían desvelar el motivo. Incluso repasando los artículos de hace meses, cuando se fue presentando la tripulación, hubo quien se sorprendió por el volumen muscular en las piernas, aunque nadie interpretó que detrás de eso estuviese el secreto mejor guadadado de la Copa América.

Todo se supo en febrero de este año cuando el "New Zealand", el barco con el que el proyecto liderado por Grant Dalton, fue lanzado al agua. El mundo descubrió entonces las bicicletas en el casco y los primeros entrenamientos ofrecieron esa imagen impactante de cuatro regatistas pedaleando sobre el casco mientras el barco volaba sobre las aguas de Bermuda, el paraíso al que Larry Ellison llevó la competición. Muchos lo vieron como una excentricidad, Spithill (su verdugo cuatro años atrás) aseguró que no le veía la utilidad y fueron pocos los que creyeron que unos "ciclistas" acabarían por inclinar la competición. Y sucedió. Después de una Copa Louis Vuitton más ajustada y en la que demostraron ser superiores (pero sin grandes alardes) al resto de aspirantes, en el duelo definitivo con el "Oracle" resultaron demoledores. Solo se les escapó una regata. En el resto ejercieron un control y un dominio fuera de toda lógica. Para controlar el llamado "vuelo estable" de estas embarcaciones se requiere mucha energía en el sistema para hacer ajustes continuos a los alerones y en la vela en forma de ala. Y eso se lo proporcionaron las piernas fornidas de sus regatistas.

El barco se comportó de manera idílica en casi todos regímenes de viento para desmoralizar a los americanos que nunca se vieron capaces de repetir la gesta de hace cuatro años en San Francisco. Ayer cayó la última victoria, la que hacía la número siete y Nueva Zelanda celebró la reconquista de uno de los trofeos que más aprecia su gente. Venganza cumplida.