El Rápido aurinegro asciende de blanco. El color de la eternidad. Los boucenses se han beneficiado de la leyenda del Ciosvín, el equipo vigués que se proclamó campeón de España aficionado en 1931. El éxito, el amor por el juego e incluso alguna coincidencia llamativa conectan a dos escuadras separadas por casi un siglo en el tiempo.

La decisión de confeccionar y emplear esta equipación la tomó el presidente del Rápido, Manolo Seoane. El empresario posee una de las mejores coleciones de antigüedades de la ciudad. El fútbol es una de las materias preferidas en sus pesquisas. Posee cromos únicos, botas, balones o trofeos. La pasión le viene de su padre, también Manuel: amigo de Alejandro Scopelli, entrenador del Celta en los cincuenta, y que tuvo a dos cuñados y más íntimos en la plantilla.

La pasión por el fútbol y la historia ha llevado a Seoane a activar acciones simbólicas. Ya de hace tiempo que quería dedicar las segundas equipaciones del Rápido a los conjuntos de la memoria sentimental de la ciudad: Silva, Peñasco, Chao... El Ciosvín fue el primero en el que pensó. Se le ocurrió en 2014, con motivo del centenario del Rápido. Baltasar Pujales, el presidente de honor, que falleció en mayo de 2016, estuvo de acuerdo: el equipo boucense disputó el partido de su aniversario ante el Lugo de níveo impoluto.

El Rápido no había vuelto a emplear esa camiseta blanca desde entonces, salvo en un partido de esta temporada en Ribadumia. Cuando le era imposible emplear la aurinegra, el equipo usaba la burdeos. Fue así hasta la primera eliminatoria por el ascenso, ante el Cayón. La escuadra cántabra también viste de aurinegro. Seoane se acordó del Ciosvín. Apostó por la cabalística. Ordenó vestir de blanco y salió bien: el 0-2 sentenciaba el pase. La prenda no se pudo emplear ante el Santa Brígida, de casaca blanca con ribetes verdes. Pero sí en Peralada y Seoane no lo dudó, con los astilleros Freire además patrocinándosela. El Ciosvín ha cumplido su mágico influjo.

Este equipo fue fundado a finales de los años veinte por Carlos González. Le puso Ciosvín en homenaje a Julio Vila, periodista de El Pueblo Gallego, que había firmado con tal pseudónimo sus crónicas de la gira del Celta por Argentina en 1928. Vila defendía la pureza del amateurismo en tiempos en que el profesionalismo empezaba a cuajar. González compartía esa filosofía.

Vila sustituiría como presidente -en realidad como único directivo- a González en 1931. El Ciosvín, compuesto por jóvenes pudientes de Vigo, ya había mostrado su potencial en torneos anteriores. Para el Campeonato de España amateur de 1931 Vila quiso reforzar la plantilla con otros talentos. Reclutó así a chicos de extracción humilde como Coruxo o Visagras. Unos se pagaban la ropa. Para los que no podían se recolectaba dinero. El Ciosvín se convirtió en una familia que difuminaba las barreras sociales. Y en una máquina imparable en el campo de La Florida. Stadium de Avilés (4-2) y Eclipse de Santander (5-0) sucumbieron. El Oscense, que había eliminado a los campeones de Cataluña, Levante y Andalucía, aparecía como último obstáculo.

La final debía disputarse en Madrid el 21 de junio, como preámbulo de la final copera "pross" entre Athletic y Betis. La ciudad se volcó. El Celta organizó un amistoso con el Ciosvín para financiar el viaje -como ahora reclama Seoane para poder pagarle alguna prima a los jugadores del Rápido-. El viaje a Madrid se realizó en el Plus Ultra, un autocar del Garaje Melitón, de hermosa factura y famosas averías.

Aunque vacías al principio de la final amateur, las gradas de Chamartín fueron llenándose después con hasta 25.000 hinchas bilbaínos y béticos. Pudieron presenciar un hermoso espectáculo. El meta Rómulo, que cumplía el servicio militar en Pamplona, había recibido permiso para unirse a Coruxo, Fresco, Jiménez, Meana, Iglesias (también llamado Machicha I), Tapias, el otro hermano Machicha, Visagras y Peña en el once inicial. Farruco reemplazó a González. En el banquillo, el meta suplente Morano y Barril. El Oscense se adelantó con gol de Campele. El Ciosvín remontó con doblete de Tapias y goles de Meana y Visagras.

Miles de aficionados aguardan al equipo a su regreso en las calles de Vigo. En Urzaiz, recién rebautizada García Hernández por el mártir republicano de Jaca, se organizó un auténtico desfile. La plantilla se dirigió a casa de su capitán, Carlos González, que se había perdido la final por enfermedad y seguía encamado, igual que el capitán de Rápido, Portas, se ha perdido el ascenso por lesión.

El Ciosvín volvería a disputar la final en 1935, aunque perdiéndola por 6-1 con el Sevilla amateur. La guerra civil finiquitó la existencia del equipo. Al fútbol profesional se mudaron los Machicha, de larga militancia céltica. Nadie de los que vivieron aquella gesta olvidó jamás el verano de 1931. Tampoco la arenga que el presidente del Celta, Alfredo Escobar Huertas, comandante de la guardia civil, les lanzó en el vestuario de Chamartín, durante el descanso de la final contra el Oscense. Palabras que incendieron su ánimo y los impulsaron a la victoria: "Vais a ser unos héroes. Muchachos, en Vigo os espera la gloria". Y así al Rápido.