Un milagro se repite cada fin de semana en cientos de campos de España. El jugador cae al suelo y se retuerce entre violentos espasmos. Incluso gira convulsamente sobre el suelo, como si estuviese poseído. En ocasiones concreta el lugar donde se le concentra el dolor, que intenta aliviar con la presión de sus manos. Nada le consuela. Agoniza irremediablemente. Lo auxiliarán un médico o un fisioterapeuta. Pudiera pensarse que le proporcionarán cuidados paliativos. Sucede entonces ese extraordinario misterio. El jugador cruza la línea de banda pero no el umbral de la muerte. Su sufrimiento desaparece al traspasar la cal. Inmediatamente se repone y solicita regresar a la cancha. Y así la vida se renueva en su eterno ciclo.

Claro que es imposible medir el dolor ajeno. A pie de campo, sin embargo, se aprecia que el rival es el primer incrédulo. Los jugadores del Peralada caen una y otra vez, ya desde el inicio y más tras ponerse en ventaja. Juanma Torres le afea a uno su exageración. Patxi Salinas se la reconviene a Corominas desde la banda. Pablo Carnero le deja a otro un balonazo en la espalda como recado. El capitán aurinegro, Cotilla, reclama al árbitro que traslade a la prolongación el tiempo que se pierda en los cuidados. "Lo están haciendo todo el rato", resume.

Nestor Horderas navega entre dos aguas. No detiene el juego. Pero sí permite la entrada de la masajista cuando el propio Peralada tira el balón fuera. El Rápido no lo devolverá. No es descortesía en tanto que medida anticipada. "Antes del partido hemos decidido decirle al árbitro que no íbamos a echar el balón fuera bajo ningún concepto. Lo sabían perfectamente. No era algo que no estuviese pactado", informa Patxi Salinas. "Como entendíamos que iban a perder tiempo, porque les beneficiaba que hubiese parones igual que querer parar para beber agua, hemos dicho que no. No había ese calor sofocante como para parar el partido. Les hemos dicho: 'Como sabemos que vais a parar con muchas faltas y cosas, porque lo sabemos perfectamente, nosotros no tiramos el balón fuera'. Por eso cada vez que un jugador rival se iba al suelo, sabía que no íbamos a tirar el balón fuera. Ellos perdían tres minutos cada vez que salían, pero sabíamos que no íbamos a tirar el balón fuera. Lo habíamos avisado porque yo ya me esperaba esto", insiste.

Rápido y Peralada representan en cierto modo dos concepciones diferentes del fútbol desde el propio diseño de sus camisetas: el aurinegro mate, decimonónico, clásico; el fucsia chillón, de última moda. Patxi ha convertido a su equipo en una traslación de lo que él mismo fue: un conjunto corajudo, impetuoso, valiente en el choque, sin excesivos alardes técnicos, consistente en su disposición. El Peralada apuesta más por la posesión, la combinación y el ornato. Uno de los centrales baila con la pierna antes de ejecutar el pase y Pablo Carnero, que solo tiene 29 años, se le queda mirando como el anciano al niño impertinente.

En Bouzas todo huele a tradición, a lo que el poso de los años ha establecido como correcto, y se digiere mal aquello que se considera modernez. "Tírate, Barbie", le gritan a un visitante peripuesto. "Que se te cae la diadema", le advierten a otro que se sujeta así el cabello. La charanga interpreta el repertorio clásico de una verbena veraniega, aunque añadiéndole un breve quejido de tuba a los disgustos. Se concluye con "El tractor amarillo", la banda sonora del play off boucense, y con Salinas y sus chicos agradeciendo con aplausos el fervor de la grada. También ellos muertos con el 0-1 y la expulsión; y después resucitados, dispuestos a apurar sus opciones en Peralada.