A Guarda no despierta de su sueño. Un día después de conseguir el primer título de su historia, las calles de la villa del Baixo Miño se volvieron a llenar de la felicidad y alegría de jugadoras y aficionados del Mecalia Guardés que continuaron con las celebraciones tras hacerse con el título de la División de Honor Femenina.

Si el sábado el festejo fue más pasional, en caliente, ayer le correspondía el turno a las visitas oficiales, a cumplir los ritos clásicos de este tipo de acontecimientos. Pero la alegría era tanta que también las jugadoras encontraron tiempo para dar rienda suelta a su alegría hasta convertir la fuente del monumento al Mariñeiro en una verdadera locura.

El Mecalia Guardés se acordó de todos aquellos que han estado a su lado durante la travesía que les ha llevado hasta el título de Liga. Comenzaron la tarde visitando a algunos de sus patrocinadores (comida en el restaurante El Molino, visita a la Residencia Santa Tecla y arranque del viaje en bus panorámico desde la estación de servicio San Roque). A partir de ahí la parte religiosa e institucional. Primero parada en la Iglesia Parroquial de la Asunción para hacer una ofrenda a la Patrona de A Guarda. Un rito que siguen al pie de la letra la mayoría de equipos que levantan un trofeo en su historia.

Y tras ese capítulo de la celebración, la fiesta fue subiendo de intensidad. De forma progresiva. Primero en el Concello, donde fueron recibidas por el alcalde, Antonio Lomba, que les entregó unas medallas y les dedicó unas palabras de agradecimiento por lo que han hecho por un pueblo como A Guarda. Las jugadoras salieron al balcón del Concello para saludar a los cientos de aficionados que esperaban en la Plaza do Reloj para participar de una celebración en la que no faltaron las canciones dedicadas a las jugadoras, los gritos, los aplausos y las ovaciones. Desbordaba la alegría de unas jugadoras a las que se nota también el agradecimiento hacia unos aficionados que las han empujado en busca de un logro que a principios de temporada pocos podían imaginar. Bueno, el presidente José Manuel Silva, sí pero no lo quería decir demasiado. Ayer se soltó y lo reconoció: "Tenía muy buenas sensaciones y al final se confirmaron". Pero esa unión entre el equipo y su gente, clave en el triunfo del sábado, también tuvo su visualización en la fiesta que llenó las calles de A Guarda. Esa es la razón por la que en el desarrollo de la fiesta participan prácticamente en la misma medida unos y otros. Con la peña "Inferno da Sangriña" desatada (llevan así desde mucho antes de jugar el partido decisivo del sábado), las calles se inundaron de la alegría de la plantilla, siempre con José Ignacio Prades demostrando que es un tipo tranquilo y discreto que escapa del ruido, pero al que era imposible borrar la sonrisa de su cara. "Si me dicen hace un año cuando firmé por el equipo que iba a vivir esto no me lo hubiese creído". Tampoco importó que la lluvia hiciese acto de aparición en algunos momentos, sobre todo en el saludo desde el Concello. Los paraguas y la actitud solucionaban cualquier clase de inconveniente.

VÍDEO | A Guarda se vuelca con sus campeonas del Mecalia Guardés. // Marta G. Brea

Llegó el momento de subir otra vez al autocar descapotable en el que recorrieron la población hasta la fuente del monumento al Mariñeiro que hay junto al puerto. Una verdadera locura la que se vivió en ese preciso momento. Las jugadoras volvieron a repetir escenas que tuvieron lugar en la noche del sábado. Era un poco más temprano, la luz más clara e iban vestidas para las visitas institucionales. Pero a nadie le importó. Todo el mundo al agua, las bengalas en lo alto del monumento y el preceptivo baño de todos aquellos que se acercaron a la fuente. No se libró nadie. Las jugadoras se empaparon, lo mismo que el cuerpo técnico, que los ayudantes, que el presidente y que cualquiera que se atreviera a asomar el hocico cerca del agua. Ya no había freno para celebrar. Había pasado el momento de controlarse y ya era para dejarse ir. Se acababa la temporada porque era el capítulo final de la celebración, el momento en el que ya no hay nada que guardarse. Las jugadoras enloquecieron en la fuente y se marcharon para casa como si hubiesen salido en ese momento de la ducha. Al día siguiente -es decir, hoy- comienzo una nueva etapa. La de defender lo conseguido el sábado en esa Sangriña enloquecida. Será el momento de planificar en el caso de los responsables del club y de los entrenadores. Será el momento del descanso de las jugadoras que regresarán a casa para disfrutar en la distancia de los recuerdos de estos días que permanecerán por mucho tiempo en sus cabezas. También en el de todos los aficionados al balonmano de A Guarda y en el de todos sus vecinos que han visto cómo la atención del deporte nacional se volvía en dirección a este pequeño pueblo de 10.000 habitantes que consiguió reinar en el balonmano español. Es lo que tiene hacer historia.