El Atlético no dejó de creer hasta el minuto 41, justo cuando Benzema bailó sobre la línea de fondo para facilitar un gol que acabó llevando la firma de Isco. Ahí se acabó la incertidumbre de una eliminatoria que quedó decantada en el Bernabéu. Con 2-0 al cuarto de hora rugía el Calderón en su despedida europea, pero el visitante no era cualquiera. El Madrid se ha visto en muchas como ésta a lo largo de la historia y tiene mil soluciones para cada problema. Ayer la encontró a partir del balón, para lo que tiene un puñado de jugones. Por ejemplo, Isco, Kroos, Modric y Benzema. El francés, que llevaba un tiempo desaparecido, sacó el genio que lleva dentro y, tras irse de tres rivales en una baldosa, asistió a Kroos. Oblak respondió al obús alemán, pero el balón quedó a los pies de Isco, al que la lesión de Bale lanzó un guiño decisivo en la eliminatoria. Un guiño que vale un billete a Cardiff. La segunda parte ya quedó como trámite.

Después de una semana de mensajes para incendiar a su afición, Simeone y sus futbolistas sabían que sólo tendrían opciones si llevaban el partido al territorio de las emociones. Ante un rival futbolísticamente superior, el Atlético apeló al orgullo, el coraje y la intimidación, esa vertiente guerrillera que tan buenos réditos le ha dado. Como ayer en los dieciséis primeros minutos, en los que marcó dos goles y tuvo otro par de oportunidades que asustaron a Keylor Navas. Las dianas llegaron a balón parado, en un córner cabeceado por Saúl y en un penalti de Varane que Griezmann transformó con tanto miedo como suerte, ya que Keylor llegó a tocar el balón.

Faltaba una hora de partido y el Atlético ya había conseguido poner en un brete a la lógica. A partir de ahí, por iniciativa propia o por mérito del Madrid, cambió el panorama. Los centrocampistas de Zidane bajaron el balón al césped y lo movieron con soltura, muchas veces más preocupados de salvar las acometidas rojiblancas que de buscar la puerta de Oblak. Un cuarto de hora después, el Madrid doblaba en posesión a su rival. Un detalle que no pareció preocupar al Atlético, cómodo en ese traje de repliegue intensivo a la espera de una contra que pusiera la eliminatoria definitivamente patas arriba.

En realidad, el dominio del Madrid no se traducía en ocasiones de gol. Amagaba mucho por la izquierda, donde se juntaban Marcelo, Isco y Benzema, pero por la derecha echaba mucho de menos a Carvajal. Danilo, que se ganó una tarjeta en los primeros minutos, no justificó la confianza de Zidane. Como Cristiano Ronaldo tampoco tenía espacios para armar su cañón, el Atlético estuvo a punto de alcanzar el descanso con la renta soñada. Pero en el 41, un vulgar saque de banda desencadenó los acontecimientos. Cristiano buscó a Benzema que, en la banda izquierda, atrajo la atención de los dos centrales, Savic y Godín. Como un escapista, Karim ganó la línea de fondo, donde se sumó Giménez a la caza. Benzema hizo equilibrios con el balón y, tras superar a los tres, buscó un pase que no fue de la muerte inicialmente por la agilidad de Oblak.

El gol tuvo el efecto devastador que todo el mundo imaginó después del 3-0 del Bernabéu. El Atlético volvía a necesitar tres goles, pero con la mitad de tiempo, poca energía y menos fe. A la vuelta del vestuario, el panorama seguía igual, por lo que Simeone no tardó en mirar al banquillo. Como a diferencia de su colega Zidane no tiene mucho dónde escoger, la entrada de Thomas y Gameiro no cambió nada. Es más, a los diez minutos Gameiro estrelló en Navas un cabezazo a bocajarro, desperdiciando un despeje previo del portero a remate de Carrasco, que le había robado la cartera a Danilo.

Fue un chispazo aislado en medio del control y la solvencia del Madrid, que ya no tuvo apuros en su área hasta el arreón final, cuando el Atlético se fue arriba con todo, más como homenaje a su afición que pensando en la remontada. Estuvo más cerca el 2-2 que el 3-1 porque Cristiano y compañía tuvieron campo abierto para correr. Oblak y la mala puntería de Benzema evitaron el empate y dejaron un consuelo mínimo para los atléticos, el de una última victoria europea en su santuario. El resto, la gloria, volvió a ser para su distinguido vecino, que buscará en Cardiff la Duodécima. Casi nada.