El esloveno Jan Polanc (EAU), escapado de principio a fin y desafiando el viento de cara final, firmó una hazaña en la cuarta etapa del Giro de Italia, entre Cefalú y el Etna, de 181 kilómetros, la primera llegada en alto de la edición del Centenario.

Una jornada épica en la que el luxemburgués Bob Jungels (Quick Step) se enfundó la 'maglia' rosa de líder.

Premio para Polanc, de 24 años, valiente y duro como la lava petrificada del paisaje volcánico del Etna. Se fugó de inicio, nadie creía en su llegada a buen puerto y ganó la lucha contra el viento de cara y el grupo de favoritos, que le iba pisando los talones.

La fe condujo al corredor de Kranj a repetir victoria en el Giro. Ya ganó en Abetone en 2015, el mismo día que Contador se puso de líder. Dos cursos después, en un escenario mítico, alcanzó la gloria henchido de felicidad, con tiempo para el deleite, 19 segundos antes que el ruso Ilnur Zakarin y con medio minuto de ventaja sobre el grupo de ilustres, con Geraint Thomas, Mikel Landa, Nairo Quintana, Nibali, Yates y Bob Jungels.

Jungels se enfundó la 'maglia' rosa que le consiguió a su compañero colombiano Fernando Gaviria el pasado domingo, el día que provocó un espectacular abanico que quedará para la historia del paso del Giro por Cerdeña.

Los gallos entraron juntos, y juntos seguirán en la general después del primer examen en alto, donde faltaron ganas y voluntad para asumir mayores riesgos. Solo Zakarin dio un acelerón al final que le permitió recuperar un puñado de segundos.

También de 24 años, como Polanc, Jungels, mejor joven y dos días 'maglia' rosa en el Giro 2016, es el nuevo capo de la general, solo con 6 segundos de ventaja sobre Thomas y 10 sobre el resto de ilustres, pero con perspectivas de aguantar unos días de rosa.

El esloveno se agarró a su pundonor y dotes de escalador para vender cara la derrota. Por detrás insistían con poca fe los hombres de Nibali, sin daños colaterales. Mikel.

Solo un tímido ataque que reseñar de Nibali, a 3 kilómetros, sin convicción y atajado por Andrey Amador, el guardaespaldas costarricense de Quintana. A partir de ahí de la mano hasta meta. El único que alzó la voz fue Zakarin. Le dejaron marchar por Polanc. Llegó tarde. El esloveno llegó "muerto, en el día más duro" de su vida, pero la victoria le resucitó de inmediato. Merecida y celebrada.