Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

golf - Masters de Augusta

La redención de Sergio García

- El castellonense, un genio precoz, acaba con el martirio que le perseguía en los torneos grandes - La estabilidad mental, la sentimental y la mejoría en el putt le empujaron al triunfo en Augusta

Durante el Masters de Augusta del año 2012, como tantas veces, Sergio García había alimentado durante los dos primeros días las opciones de conquistar al fin su primer "grande" y terminar con ese sambenito que le perseguía de ser el "mejor jugador del mundo sin un major. En la tercera jornada regresaron todos sus demonios y se desplomó por completo. Allí, junto a la casa club de Augusta se enfrentó a los micrófonos que le esperaban para dejar uno de los testimonios más descarnados que se recuerdan a un deportista: "Hoy me he dado cuenta de la realidad. No soy lo suficientemente bueno para ganar un major. Si no sale después de trece años que llevo en la pelea es que no soy capaz".

Trece años habían pasado desde que las fanfarrias anunciaran la llegada del heredero de Seve Ballesteros, del relevo natural de José María Olazabal. La imagen del vasco recibiendo la chaqueta verde de 1999 junto a García, campeón del torneo amateur, parecía un anuncio que el golf español lanzaba al mundo. "Ya tenemos preparado el relevo". El de Borriol surgió como una especie de antídoto europeo a Tiger Woods. Con un carrera meteórica como amateur (ganó el Masters y el Open Británico), "el niño" se metió en el bolsillo al público de los dos lados del Atlántico. Por su juego agresivo, su carácter extrovertido y en cierto modo su arrogancia. Se sabía bueno y diferente. Los halagos le cubrieron por completo, los trofeos le llevaron a un exceso de confianza y la ansiedad, la prisa, hizo el resto. Los torneos grandes, sobre todo las últimas jornadas, sepultaron una y otra vez la ilusión de conquistar el primer "grande" de su carrera. Esa barrera gigantesca que distingue a los jugadores, que les serena el alma, les libera de una pesada carga y les hace mejores. Le sucedió a gente como Mickelson, que se deshacía como un azucarillo los domingos de major.

Sergio, posiblemente uno de los jugadores más sólidos que ha conocido el golf de tee a green, vivió experiencias dramáticas como aquella última jornada del Open Británico de 2007 en la que arrancó líder y tras un mano a mano tremendo con el irlandés Paddy Harrington (al que sacaba seis golpes al comienzo de día) se dejó un tiro de apenas dos metros para ganar su primer grande. La bola evitó el hoyo de manera cruel y en el play-off el irlandés se comió a un García superado. Ese día el castellonense había elegido el amarillo para jugar. Pantalones y polo. Una situación que la cruel prensa inglesa no dejó escapar: "El pollo no sabe patear" titularon en un tabloide.

Aquella fue una de las más sonoras, pero hubo muchas otras decepciones dominicales. García ha acumulado una docena de torneos grandes entre los diez primeros de la clasificación. No es cualquier cosa, como tampoco lo es que haya jugado más de setenta grandes de forma consecutiva. Casi nadie ha hecho tal cosa. Obliga a estar trece años en lo más alto, pegándose con los jugadores extraordinarios, con los mejores exponentes de diferentes generaciones que cada vez llegan a la élite más grandes, más fuertes, más completos.

Augusta en el año 2012, con aquella declaración que amenazaba ruina, García pareció tocar fondo. Incapaz de templar los ánimos, de encontrar una forma de patear que le garantizase mejores resultados (los golpes a dos metros de la bandera han sido su cruz histórica) y de dar estabilidad a su vida sentimental, otra de esas variables que afecta al rendimiento de un deportista.

Pero de un tiempo a esta parte Sergio García parece haber encontrado la paz consigo mismo y con el putt. Ciertos gestos han desaparecido de su repertorio. En los últimos años ha caído de su lado algún torneo importante y cuando no lo hacía parecía sentirse feliz con lo conseguido. A su lado siempre Angela Akins, la periodista de Golf Channel con la que se casará en el mes de julio. Aunque Augusta y él jamás se quisieron y Sergio despotricó contra un campo difícil de descifrar, feroz e injusto a veces fue precisamente allí donde encontró su definitiva redención.

El 9 de abril de 2017, con 37 años de edad Sergio García se colocó casi en penumbra la chaqueta verde que, tras un año de paseo, dormirá en las taquillas del Augusta National para cuando regrese allí como miembro del selecto club del sur de Georgia. Su victoria sobre Justin Rose en el primer hoyo del desempate retrata a un jugador igual de bueno que hace unos meses, unos años, pero diferente en lo mental. García resaltó la calma con la que jugó toda la semana, la paciencia con la que superó los obstáculos que salían a su encuentro. Así lo hizo en la última vuelta tras los bogeys del 10 y el 11. Su cabeza, la misma que en situaciones similares le llevó al precicipio, le dijo esta vez que su momento estaba cerca. Sacó el genio para acabar en el green del 18 gritando su felicidad mientras el público se rompía a aplaudir al grito de "Seryio, Seryio".

"Es increíble poder unirme a mis ídolos del golf"

  • Sergio García se mostró feliz por su victoria en el Masters, justo el día en el que Severiano Ballesteros habría cumplido 60 años, uniéndose al club de españoles poseedores de la chaqueta verde junto a Olazábal y el propio 'Seve', sus "dos ídolos". "Es increíble conseguir esto el día del 60 cumpleaños de 'Seve' y unirme a él y a Olazábal, mis dos ídolos en golf, es algo increíble. José me mando un mensaje el miércoles para transmitirme lo mucho que creía en mí y lo que tenía que hacer, que creyera, estuviera tranquilo y no permitiera que lo que me había ocurrido en el pasado", declaró García tras llevarse la victoria. "Sabía que tenía que hacer ese 'putt' (hoyo 13) para mantenerme. Me dio incluso más confianza y entonces pude hacer dos hoyos buenísimos. Fue una demostración de mi carácter y mi mentalidad, me mantuve positivo incluso cuando las cosas no iban tan bien en los hoyos 10 y 11", consideró. El castellonese estaba "más tranquilo de lo que nunca" se había sentido en una ronda final de un 'major'. "Incluso después de haber hecho un par de 'bogeys' me mantenía muy positivo e hice unos golpes realmente buenos y estoy muy feliz", apuntó, reconociendo que ya había asimilado de anteriores visitas que "lo que Augusta te da, te lo quita".

Compartir el artículo

stats