La versión más voraz del Barcelona convirtió anoche en pesadilla el sueño celeste de puntuar en el Camp Nou. Sucumbió sin paliativos el Celta al rodillo del conjunto de Luis Enrique, que desarboló a los de Berizzo con un fútbol cercano a la perfección y se recreó sobre el verde con una goleada inapelable. Nada, salvo a duras penas sobrevivir, pudo hacer el conjunto celeste ante el incontenible vendaval azulgrana. El Barça gobernó el partido de cabo a rabo, monopolizó la pelota, la hizo fluir con velocidad y obligó al Celta a encastillarse en torno a Sergio, que tuvo que sacar cinco veces la pelota del fondo de la red. Busquets tomó el mano y Messi y Neymar -Luis Suárez estrelló dos balones a la madera- se encargaron de poner magia a la fiesta.

Solo con el partido decidido asomó la cabeza Aspas, mucho más apagado ayer que de costumbre, con un par de jugadas que él mismo fabricó y que dieron algo, muy poco, de lustre a uno de los peores partidos que han firmado los celestes esta temporada. Como ante el Shakhtar, Berizzo desplegó una defensa de tres centrales (Cabral, Sergi y Roncaglia) no tanto con la idea de fortificar la trinchera como de contener a Neymar por el carril izquierdo adelantando a Hugo Mallo al medio campo. El plan del estratega celeste se vino enseguida abajo. Roncaglia fue incapaz de sujetar al brasileño y Berizzo tuvo que rectificar sobre la marcha para retrasar la línea de presión y situar -sin éxito- al marinense encima del extremo azulgrana. La profusión de defensas restó potencial al Celta en el medio campo -se echó de menos, y mucho a Pablo Hernández- y permitió al Barça monopolizar la pelota y gobernar el encuentro a su antojo. Dirigido por un gran Busquets y con sus tres astros brillando a plena luz, el conjunto de Luis Enrique dictó una incontenible ejercicio de poderío futbolístico que aniquiló cualquier conato de resistencia.

Al Celta le penalizó la pizarra de su técnico, que dejó a Wass y a Radoja en inferioridad de fuerzas en medio campo, donde el Barcelona jugó demasiado cómodo, sin apenas oposición y encontró una autopista para correr hacia el portal de Sergio, que se multiplicó apagando juegos.

Luis Suárez anticipó lo dura que iba a ser la noche ya en los primeros minutos. El uruguayo tiró un caño a Cabral y galopó sin oposición hacia Sergio, que encaró el peligro con frialdad y tapó lo suficiente la portería para que el artillero azulgrana estrellase, con bastante mala fortuna, dos veces el balón en la madera. No era más que un pequeño anticipo de la noche que esperaba a los celestes, abocados a la desasosegante tarea de perseguir sombras.

Tras dos o tres aproximaciones del Barcelona más o menos bien resueltas por la defensa, Roncaglia protagonizó, a balón parado, la única ocasión de los celestes en el primer tiempo. El zaguero argentino remató fuera en área pequeña el tercero de una serie de rechaces de la defensa tras una falta lanzada por Daniel Wass. Un espejismo que Messi, anoche en modo irresistible, no tardó en transformar en dura realidad. El astro argentino aprovechó el espacio que el Celta dejó libre en medio del terreno para sentar a Cabral y conducir a toda velocidad con la pelota pegada al pie hacia el balcón del área céltica. Le salió al paso Sergi Gómez, al que evitó fácilmente con un rápido quiebro, antes de descerrajar un trallazo raso que se coló pegado al palo, sin opción alguna para Sergio.

Una vez abierta la lata, el partido se puso cuesta abajo para el Barcelona, que golpeó con un segundo gol antes de que el Celta pudiese reponerse del primero. Lo hizo Neymar, el otro gran protagonista del partido. Una maravilla por la plasticidad y sutileza en la definición de la jugada, que inició Messi filtrando una perfecta asistencia al cogollo del área que el brasileño elevó sobre el portero celeste con una vaselina sublime.

Con el 2-0, el Celta convirtió el final del primer tiempo en un ejercicio de pura supervivencia. La idea era llegar al descanso sin más daños y tratar de dar la vuelta a la situación después del intermedio ajustando mejor la presión y las marcas. Lo consiguió sin grandes sobresaltos e incluso trató de hacerse notar con un centro demasiado fuerte de Bongonda al que no llegó Guidetti.

Tras el intermedio, Berizzo cambió a Bongonda por Sisto en lugar de fortalecer el medio campo con Marcelo Díaz, -que llegaba un tanto renqueante al partido y a quien el técnico prefirió utilizar más tarde- pero el decorado no cambió. El Barça ocupó el centro del tablero, hizo retroceder al Celta y le golpeó desde todos los frentes.

El tercero lo anotó Iván Rakitic en claro fuera de juego, lo cual tampoco tuvo demasiada importancia. Messi metió un balón interior y tras un rechace cayó en los pies del centrocampista croata, que solo tuvo que empujar el balón al fondo de la red. El tercer gol acabó por hundir al Celta, que sufrió una pájara y encajó otros dos goles en los seis minutos siguientes.

En plena efervescencia azulgrana, Messi emergió de nuevo para entregar al cuarto gol a Umtiti, que remachó sin oposición en boca de gol una gran asistencia del genio argentino.

Aspas, que entrada la segunda parte apareció de modo intermitente, intentó maquillar la goleada con un disparo pero se resbaló propiciando la contra azulgrana. Messi recogió la pelota, galopó con ella, se internó en el área céltica sorteando contrarios y definió al palo largo con potencia y precisión.

El quinto gol calmó a la bestia y el Celta pudo disfrutar de modo fugaz de la pelota y hasta probar el disparo contra el portal de Ter Stegen, que vivió una noche plácida. La mejor opción la protagonizó Daniel Wass tras recibir en excelente posición gran pase de Aspas. Pero el danés se empachó de portería y marró el remate, que se fue a la derecha de Ter Stegen.

Fue el último estertor del equipo celeste en un final de partido en el que el sexto rondó la portería de Sergio con el Camp Nou entusiasmado con una victoria que le da esperanzas de lograr la proeza de remontar el miércoles cuatro goles al PSG en la Liga de Campeones.