Hace tiempo ya que el moañés ha agotado los adjetivos de diccionario para describir un estado de forma que, lejos de menguar, crece de modo exponencial con el paso de los partidos. Pocos delanteros, no ya en la liga española, sino en el fútbol planetario, están hoy a su altura. Su repertorio se agiganta casi en cada aparición con filigranas inesperadas. Cuando contacta con el balón, el espectador contiene el aliento. Tanto ha ampliado su catálogo de genialidades que parece imposible que sostenga semejante nivel de forma durante mucho más tiempo. Pero Aspas vive en una continua pirueta circense, rizando el rizo del más difícil todavía. Hoy por hoy, su genio no conoce límites.