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Una eliminatoria al gusto del Alavés

Al Celta, obsesionado por lo sucedido el año pasado ante el Sevilla y por el 0-0 de la ida, se le fue la mano con el tacticismo

Radoja busca un balón en salto en presencia de Deyverson. // R. Grobas

Eliminatoria equilibrada, de momentos. Tuvo el Celta acciones puntuales que pudieron modificar el resultado. Pero jugó siempre al modo que le interesaba al Alavés, justo finalista. Los celestes no encontraron el punto medio que necesitaban entre la valentía descocada de las semifinales anteriores y un tacticismo excesivo, casi castrante, en estas. Jamás se concedieron la alegría de cabalgar. Trago amargo del que la escuadra debe recuperarse porque la temporada todavía le deparará retos muy atractivos.

El error del toto

El Toto ha creado este milagro que es su escuadra desde hace dos temporadas y media. La brillantez de su obra sobresale sobre la crítica coyuntural. Pero es cierto que le ha faltado ser él mismo en algunas fases de la eliminatoria. Se entendió mejor su alternativa conservadora en el partido de ida. E incluso como planteamiento inicial en el de vuelta. Se echó en falta capacidad de reacción en la segunda mitad, cuando ya resultó evidente que el Alavés le había encontrado las costuras. En ese sentido, el entrenador celeste no aprovechó de la forma adecuada los recursos ofensivos que le ofrecía su banquillo.

Los técnicos, y más los técnicos jóvenes como Berizzo, también deben aprender de sus errores y experiencias negativas. Las cicatrices son a veces necesarias como aprendizaje. Al Toto le toca evitar que el equipo se le caiga anímicamente. Debe limitar los daños de cara a Liga y sobre todo la inminente Europa League. Y también gestionar la posible depresión de algunos como Bongonda y el posible enfado de otros como Guidetti.

solo Iago Aspas

Sergio Álvarez ha mostrado un buen nivel. Hugo Mallo mantuvo su regularidad y maestría en la rectificación -el gol le cogió demasiado lejos incluso para él-. Sobre todos los demás estuvo Iago Aspas, protagonista de veinte minutos maravillosos en Balaídos y que ayer se inventó las dos mejores ocasiones de gol. Pero queda la sensación de que demasiados compañeros se refugiaron en esa intuición de que Iago acabaría resolviendo el embrollo. Y cuando los centímetros que suelen favorecer al moañés le giraron la cara, ninguno se ofreció como alternativa.

medular imprecisa

La eliminatoria se hundió por la medular. El Alavés conjuró el peligro inmediato del Celta, su presión adelantada, recurriendo al balón largo. Todo la estructura local supo organizarse a partir del trabajo por alto y espaldas del brasileño. Era al Celta al que le tocaba arriesgar en la construcción del juego. Sin embargo, las vacilaciones de Marcelo Díaz y Radoja en las primeras tentativas en corto mermaron su confianza. Apenas se ligó el juego con ritmo. Berizzo, además, tuvo que retrasar al Tucu para neutralizar a Deyverson, que le estaba ganando la batalla a Roncaglia. Fue Marcelo, incluso más que Radoja, el que se descolgó hacia la frontal contraria. Eso generó más sensación peligrosa, porque al Alavés le costó descifrarlo, que concreta, ya que a Marcelo le falta "punch" en el último tercio.

más incómodos que pasivos

Al final, en las fotografías del partido, el Alavés enseña mayor intensidad. Ganó la mayoría de balones divididos. Esto suele interpretarse como una prueba de mejor actitud o fondo físico, incluso de ambos. Pero a este Celta no se le pueden reprochar ninguna de estas carencias. Cada partido desarrolla un relato cuyas claves no siempre resultan sencillas. Tampoco es fácil para el entrenador dibujar en la preparación y la arenga el punto equilibrado entre arrojo y astucia. Quizás los célticos pecaron de pasividad creyendo que al Alavés en algún momento le pesaría la condición de anfitrión o el mayor riesgo de los goles célticos. Más probablemente toda sensación de desajuste se origina en la incomodidad de un escenario futbolístico construida al gusto del Alavés.

interpretación arbitral

Buena arbitraje de Mateu Lahoz en lo que significa de control del juego. Su política comunicativa le permitió controlar las gruesas emociones de un partido de estas características. Se le puede achacar alguna vacilación en su conocido criterio de permisividad hacia la contienda física. Se quejaron más los célticos. Pero es también otro argumento que sustenta la justicia de la clasificación del Alavés. Los jugadores locales estuvieron más inteligentes también a la hora de interpretar qué gestos concretos podía penalizar Mateu.

expiación colectiva

Al cabo, una acción decanta la eliminatoria. Una sucesión de errores que se inicia cuando Roncaglia decide seguir a Camarasa a pesar de saber que tenía el salto perdido. Dejó a su espalda el espacio por el que se coló Edgar Méndez sin que nadie acertase a interceptarlo. Cabral no se había coordinado con la salida de su compañero. Además, será Bongonda el más señalado por su nula participación ofensiva y porque todavía no había consolidado su popularidad. Pero ha sido una derrota colectiva de un grupo que, más allá de aceptar sus errores y elogiar los aciertos ajenos, se merece la indulgencia de sus seguidores. Cuando se mitigue el dolor, y sucederá aunque hoy parezca imposible, el orgullo deberá prevalecer sobre el sentimiento de ocasión perdida.

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