Apenas eran las 8 de la mañana cuando la caravana celtista entraba en Vigo. Con la desilusión y el cansancio marcado en el rostro, los cerca de 700 aficionados que alentaron al equipo celeste en su duelo ante el Alavés, regresaban a casa 24 horas después, cuando los ánimos y las esperanzas daban gasolina a su viaje.

El equipo vigués, irreconocible, cayó eliminado a las puertas de la final de la Copa del Rey tras recibir el gol de Edgar a nueve minutos de la conclusión.

La caravana celeste vivió con intensidad una aventura que, esta vez, no ha tenido final feliz, pero que ha vuelto a demostrar la entrega de la afición viguesa.