Son las caras del celtismo. No había amanecido, pero a las 08:00 horas había partido en Balaídos. La vuelta de las semifinales de Copa ya han comenzado mucho antes del pitido inicial de Mateu Lahoz. 650 personas,, 650 historias y un mismo deseo, ser finalistas de Copa del Rey 16 años después. Entre ellos está Paulino. Viaja solo en el autocar número 13, el último de la caravana celeste que partió de las 08:15 desde las inmediaciones del coliseo vigués. Estuvo en el Vicente Calderón en 1994 y en La Cartuja en 2001. Fueron dos recuerdos amargos. Recuerda sobre todo el penalti de Alejo, determinante para caer en aquel encuentro frente al Real Zaragoza.

Paulino

Paulino recuerda a su hija, de 31 años, y residente en Ginebra. Hoy verá desde Suiza el partido. Con menos de diez años los dos fueron juntos en la cita de 1994. Fue un golpe, pero el celtismo demostró una vez más su ilusión por levantar el título. La lotería de los penaltis privó a los celestes del triunfo. Nuestro protagonista espera afrontar en Vitoria una nueva etapa, proseguir ese ilusionante camino que podría concluir el fin de semana del 27 de mayo con Hugo Mallo levantando el anhelado trofeo.

David, 31 años

David, de 31 años, es de Vigo. A pesar de su juventud, pudo formar parte de la expedición celeste que arropó a los de Víctor Fernández en la final de Copa de 2001 en Sevilla. Recuerda el espectacular comienzo de partido de los vigueses con el golazo de Mostovoi. "Y aquella que tuvo el empate pero que fue a la grada". Por unos instantes, se vuelve a jugar el partido. El terreno de los supuestos aparece en juego. Aquel día el triunfo parecía cercano, pero el Real Zaragoza, al igual que en 1994, acaba llevándose el título.

Miembros de la Peña Churrascos no pudieron disfrutar de ninguna cita como las dos últimas finales de Copa del Rey, pero sí viajaron para ser testigos del último ascenso. Rememoran los "dos partidos" disputados en Guadalajara (el primero se suspendió por culpa de un apagon) o los desplazamientos a Valladolid o Tarragona, citas determinantes para que el Celta regresase a la máxima categoría del fútbol español.

Por último, Javier y Pablo comparten experiencias durante una breve parada cerca de Benavente. Es la última escala de la caravana antes de reencontrarse en Burgos para comer. Ambos tienen 31 años. Javier recuerda con tristeza la final de 2001, "un partido que vi en mi aldea", destaca mientras que Pablo estuvo en la grada de La Cartuja. Su celtismo ha roto fronteras. Desde aquella cita de junio de hace 16 años, arropó a los celestes en viajes europeos como en Bremen o en Palermo.

Javier y Pablo en una cafetería, cerca de Benavente