Moncho Carnero, tan corpudo, se desliza como un suspiro por la historia céltica. Aparece al fondo de todas las fotografías en los noventa y el cambio de siglo: ayudante de Rojo, Castro Santos, Jabo Irureta, Víctor Fernández, Lotina... Estuvo en el banquillos de las finales de 1994 y 2001. "Y ojalá este año, aunque como espectador, pueda presenciar la tercera y a poder ser ganarla. Es algo que tengo ahí", confiesa. Va camino de Vitoria, donde ejercerá como suele de comentarista para la Radio Galega. "Será muy difícil tanta ahora como si nos clasificamos. Pero hay que intentarlo y si no sale, no pasa nada".

Carnero transita un camino que, aunque peor asfaltado, ya recorrió hace cuarenta años. Criado en el Celta, militó en el Alavés entre 1977 y 1979. "Aunque en el Alavés jugué muy poco y en el Celta nada, solo hice una pretemporada con el primer equipo. Pero pertenecí a las dos plantillas, eso es verdad", admite.

Carnero, que había alcanzado el Gran Peña, filial celeste, llevaba un año sin jugar. Había completado el último curso de carrera en Santiago y el Celta no le había concedido permiso para entretenerse en tierras compostelanas. Joseíto, un exentrenador suyo, lo reclamó para el Alavés. "Y allí aterricé, con la mala suerte de que no aporté gran cosa", resume. En la primera temporada apenas disputó cinco minutos ligueros en Zaragoza. Jugó en Copa ante Andorra y Orihuela, pero ya tampoco participó en la siguiente ronda; precisamente ante el Celta, que cayó eliminado. Su papel marginal en la plantilla se mantuvo en el siguiente ejercicio. En enero se fue cedido al Logroñés. Al concluir su contrato regresaría a Galicia pero como futbolista aficionado en el Arosa. Trabajaba en un banco cuando el Celta lo quiso para su cuerpo técnico y compaginó tareas hasta convertirse en ayudante profesional de tantos.

El vigués observa aquella etapa alavesa sin amargura. "La vida viene y como viene hay que llevarla. Cuando tomas una decisión nunca debes arrepentirte de haberla tomado. Fui a Vitoria, por circunstancias salió mal y hubo que seguir otros derroteros, jugar en Tercera y buscar un trabajo. La vida no está escrita. Todos tenemos una trayectoria, la cumplimos y la mía no ha sido mala".

Conserva además excelentes recuerdos del vestuario vitoriano. "El Alavés estaba en Segunda pero era un equipo hecho para ascender: Zuluaga, Igartua, Astarbe, Salamanca, Morgado... ". Y Valdano, recién llegado a España: "Estuve ese año y medio con él. Era muy jovencito, un crío, pero ya apuntaba maneras y se veía que su carrera iría siempre ligada al fútbol. Estaba muy preocupado, hablando, le notabas posibilidades de desarrollar sus ideas".

Ahora, al observar el enfrentamiento con el Alavés, a Carnero se le despiertan memorias más recientes, como las de sus dos finales junto a Rojo y Víctor. "En la del 94 el Zaragoza era un equipo superior. En la de 2001 sí que éramos favoritos, el Celta era en ese momento superior al Zaragoza. No sé si por exceso de confianza o por algunos problemas que surgieron en ese momento, pero nos quedamos sin Copa y la gente se llevó más varapalo en esta segunda".

Quiere quitarse, aunque sea como aficionado, esa pesadumbre, pero ya avisa: "Las prisas nunca son buenas. Se demostró el año pasado con el Sevilla en semifinales. El Celta tiene la lección aprendida, son casi los mismos jugadores con el mismo entrenador. Van a preparar un partido táctico intentando sobre todo no encajar gol. El que primero meta tendrá mucha ventaja, sobre todo si es el Celta. El equipo debe ser paciente. No tiene por qué salir a por el partido ni mostrar prisa durante los 90 o 120 minutos que dure la eliminatoria. Y aprovechar cualquier oportunidad que tenga. Creo que serán muy importantes las estrategias, sobre todo a balón parado".