Berizzo tomó la decisión de prescindir de Orellana a comienzos de la semana pasada, justo después de que el chileno recibiese el alta médica tras recuperarse de la rotura fibrilar que le mantuvo fuera de los terrenos de juego en el tramo final de 2016. Entre los dos ya se habían producido algunos desencuentros que no habían pasado a mayores. Pero la situación se tensó en los últimos meses. Orellana renegó de lo que entendían eran cortas vacaciones de Navidad -del 23 al 30 de diciembre, como el resto de los futbolistas de la plantilla- y como señal de protesta no estuvo en la grada en el partido contra el UCAM Murcia en Balaídos. Tras el parón navideño alegó que no estaba preparado psicológicamente para recibir el alta médica, lo que puso a prueba los nervios de Eduardo Berizzo, especialmente inquieto en un momento de la temporada en la que el Celta afrontaba una serie de partidos esenciales tanto en Liga como en la Copa del Rey. La pasada semana, más tarde de lo que esperaba el técnico, Orellana recibió el alta, a tiempo de jugar el encuentro de vuelta ante el Valencia en Balaídos. Pero antes de ese momento Berizzo quiso aclarar la situación con él y fue entonces cuando todo saltó por los aires y derivó en la actual e irreconducible situación.

Tras el entrenamiento el técnico envía a Roberto Bonano al vestuario para pedirle a Orellana que se reúna con él en su despacho. El ayudante de Berizzo acude a la caseta donde se encuentra la totalidad de la plantilla y le traslada al futbolista chileno el mensaje. La respuesta que recibe es contundente y en un tono suficientemente alto como para que todos sus compañeros lo escuchen: "Que se vaya a cagar. No voy". Orellana termina de ducharse, se viste y se marcha de A Madroa sin acudir a la cita con Berizzo. El técnico toma entonces la decisión definitiva. No habrá más Orellana en el Celta que él dirige. Considera la falta del futbolista lo suficientemente grave como para zanjar el asunto de manera tajante. Así se lo comunica al club que trata de mediar en el asunto sin ningún éxito. Berizzo no se mueve un metro de su posición y Orellana tampoco muestra arrepentimiento. En esa disyuntiva, el cuerpo directivo del Celta decide de forma unánime arropar al entrenador sin ninguna clase de fisura y trasladar de manera rotunda el mensaje de que no se tolerarán actuaciones similares. Es lo que se comunica a los capitanes del club antes de que el asunto salte definitivamente a la opinión pública cuando Berizzo le manda a entrenar al gimnasio "por decisión técnica". En todo momento el entrenador argentino trata de diferenciar cuando habla con el club y el vestuario que una cosa son los actos de indisciplina y otra bien diferente faltar al respeto y a la autoridad de un vestuario. En ese sentido conviene recordar lo sucedido en la pretemporada en Italia. Allí, en mitad de uno de los entrenamientos, Cabral tuvo un encontronazo con un miembro del cuerpo técnico del Celta. Un episodio desagradable que le costó al central ser apartado del equipo durante unos días. Berizzo lo entendió como un acto grave de indisciplina producto seguramente del calentón del momento y lo solucionó con las disculpas del defensa central y el posterior castigo. Pero lo sucedido con Orellana, a ojos del técnico, es completamente diferente. Ataca a su autoridad, algo que el argentino considera sagrado para un entrenador. Como futbolista en Argentina vivió en primera persona el daño que en un equipo hace que un entrenador pierda el gobierno de un vestuario y eso es lo que le ha llevado a tomar la decisión más drástica. El club se ha esposado a él. Buscarán un equipo a Orellana sin importarles el dinero que puedan conseguir. La prioridad es que salga del Celta cuanto antes y cerrar para siempre este episodio.