El 6 de junio de 2009, el Celta se jugaba la permanencia en Segunda División ante un Alavés que también caminaba al borde del abismo, por el que se precipitaría días después. Triste situación para dos clubes que no hacía tanto tiempo habían protagonizado grandes gestas europeas. El equipo vitoriano incluso acarició el título de la Liga Europa en una final con un desenlace dramático en la prórroga ante el Liverpool.

Pero eso era ya pasado en 2009, aunque parecía tan cercano a los momentos de gloria que costaba comprender la situación de Celta y Alavés en Segunda cuando Iago Aspas irrumpió en Balaídos para cambiar el destino del club vigués. El empate a cero a la hora de partido no beneficiaba a nadie y menos a un Celta que necesitaba sumar puntos en casa, pues se jugaba la antepenúltima jornada y el descenso estaba a un paso.

Entonces, Eusebio Sacristán tomó una decisión que cambiaría la historia del Celta. Dio entrada en el campo a Iago Aspas. El joven moañés sustituyó a Óscar Díaz y tardó veinte minutos en revolucionar el partido. En el minuto 80 anotaba su primer gol con la camiseta del Celta, el día de su debut en Balaídos. Y se desató la locura en unas gradas que acogían a unos siete mil aficionados. Todo se vino abajo cuando Expósito empató en el minuto 88. Sin embargo, la fortuna se alió con el Celta. Aspas apareció de nuevo para anotar el segundo tanto cuando apenas restaba un minuto de partido. La fiesta estalló en las gradas y en el campo. El Celta evitó el descenso. Dos años después volvía a Primera. En la última visita del Alavés a Balaídos "empezó todo": una nueva vida para el equipo vigués.