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Vídeo sí, pero sin rearbitrar

El error, el fallo humano, es algo consustancial al deporte tanto por parte de los jueces como de los deportistas. Introducir el vídeo en el deporte es bueno con el objetivo de minimizar en lo razonable el error. Lo mismo que a los jugadores les sirve para mejorar su técnica, debe y puede mejorar también la actuación de los árbitros. Pero en ningún caso el vídeo debe ser un segundo juez y que sea el técnico que lo maneja quien decida qué rearbitrar y qué no. Hay que poner límites muy claros porque el fútbol es demasiado complejo como para intentar hacerlo infalible. Si rearbitramos todas las jugadas susceptibles de ser penalti y todas las entradas castigables con cartulina, podemos convertir un partido en una sucesión de interrupciones que acabaría con la concepción propia del juego. El parón debe ser la excepción, no la regla.

Vídeo sí, pero para determinar si el balón cruzó o no la línea de gol. Vale incluso que el propio árbitro, ante una jugada importante y que le genere una duda razonable, pida ayuda a la multicámara. Pero nunca dejar en manos de un técnico por cualificado que esté la opción de decidir si en un córner hubo o no penalti. Sin ver la acción podemos apostar a que lo hubo. Lo hay en un noventa por ciento de las ocasiones y en que el árbitro lo vea o no también está la esencia del juego.

El vídeo en el fútbol debe servir para poco más que el "ojo de halcón" del tenis: decidir si la pelotita entró. Gol o no gol. Algún penalti, una posible expulsión también... pero sólo si es el propio árbitro quien solicita las imágenes. Nunca, como ha ocurrido en este Mundial de clubes, dejar seguir la jugada mientras en el palomar visionan las imágenes. ¿Y si en ese intervalo el infractor marca un gol? ¿Le aplicamos un doble castigo? Seamos simples, seamos prácticos.

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