La última vez que se encontraron, el 2 de abril, la vida sonreía al Barcelona, mientras que el Madrid se recuperaba a duras penas de los achaques de la era post-Benítez. Diez puntos de ventaja para el Barça, además del factor campo, a falta de ocho jornadas rebajaban la electricidad del Clásico. No parecía decisivo, por más interés que tuviera para las aficiones. Pero el Madrid ganó en el Camp Nou y, en las dos siguientes jornadas, el cómodo colchón azulgrana se quedó en un solo punto. Quizá por eso ahora, en vísperas del primer Barça-Madrid de la temporada, desde el puesto de mando blanco el mensaje es nítido: nada de favoritismo y tampoco de sacar conclusiones definitivas, sea cual sea el resultado.

La frase más llamativa de la rueda de prensa de Zidane de ayer fue de lo más gráfica: "El año pasado fuimos a Barcelona con el culo apretado". Ahora esa incómoda situación ha cogido el puente aéreo y se ha instalado en Barcelona. Porque, por mucho que se relativice la importancia del Clásico, no es difícil imaginar las consecuencias de una derrota esta tarde. El debate de la semana, tras los dos últimos tropiezos y la mala imagen de Anoeta, se transformaría en una tortura para Luis Enrique y los suyos si el Madrid despega de El Prat con nueve puntos de ventaja.

En abril, el Barcelona acumulaba 39 partidos sin perder en todas las competiciones. Ocho meses después, el Madrid lleva 31. Zidane, como Luis Enrique entonces, relativizaba estos datos con el mismo argumento: a los entrenadores no les preocupa entrar en el libro de los récords, sino los títulos a final de temporada. Al margen de los números, si en algo coinciden ahora los dos equipos es en las dudas sobre el juego. Le afectan sobre todo al Barcelona porque señalan a su seña de identidad, el estilo del que ha presumido desde el paso de JohanCruyff por el banquillo. Lo relativiza el Madrid, tapado por los buenos resultados y por las bajas que afectan a jugadores importantes.

Nadie reprochó a Luis Enrique la evolución hacia un fútbol más directo en su primera temporada, que acabó con el triplete (Liga, Copa de Europa y Copa del Rey), y apenas se oyeron críticas al final de la segunda, en la que se quedó por el camino la Liga de Campeones. En lo que va de temporada, lo que antes se tomaban como alternativas para no ser tan previsibles (contragolpes, fútbol directo) se ha convertido en tendencia con la excusa de activar al tridente. El problema es que cuando la MSN no funciona, el Barça se para.

En Anoeta quedó en evidencia, además, un problema que hasta ahora se achacaba al Madrid en momentos puntuales: la escasa implicación defensiva de los tres de arriba. Fue uno de los argumentos que expuso Carlos Vela tras el partido del domingo. La Real superó al Barça en el centro del campo y desconectó al tridente, que salvo en momentos puntuales no contribuyó a frenar la marea donostiarra, con dos laterales que profundizaban por su banda y creaban superioridades en el ataque.

El factor Iniesta. En el partido frente a la Real se agudizó un síntoma que afecta al Barcelona en los últimos meses:la falta de control. Había ocurrido en el primer tiempo de Sevilla, o en el segundo de Manchester, pero nunca de una forma tan sostenida como en San Sebastián. Por eso, la reaparición de Iniesta es esperada como agua de mayo entre el barcelonismo. Desde la marcha de Xavi, el manchego se ha quedado solo como el abanderado del juego de toque del Barcelona. Iniesta se lesionó el 22 de octubre en Mestalla y, desde entonces, sólo pudo ganar dos de los cuatro partidos de Liga, y por la mínima: 1-0 al Granada y 1-2 en Sevilla. Los otros dos los empató (Málaga y Real Sociedad) con malas sensaciones.

No obstante, hay dudas razonables sobre la influencia del factor Iniesta en el Clásico. Por un lado, por la reaparición en un partido tan exigente después de seis semanas de inactividad. Y, además, porque el centrocampista de Fuentealbilla ha tenido que adaptarse al estilo de juego de Luis Enrique, que le obliga a cubrir una franja de terreno más amplia y a esfuerzos prolongados. Sólo cuando Messi abandona la banda y se asocia con Iniesta, el Barcelona recupera su cara más reconocible.

Necesidad y virtud. Mientras que Luis Enrique podrá alinear a su equipo de gala con la vuelta de Iniesta, Zidane volverá a echar en falta titulares indiscutibles como Kroos y Bale. La suerte, o el mérito, del técnico francés durante este primer tramo de la temporada es haber sacado rendimiento de jugadores condenados a la suplencia. Varane, Nacho, Kovacic, Lucas Vázquez, Isco y Morata han resultado determinantes en la buena racha del Madrid. Tanto que, pese a estar ya disponible y haber completado los 90 minutos en la Copa, no resulta tan acuciante la reaparición de Casemiro.

Zidane ha hecho de la necesidad virtud. Las esporádicas ausencias de los integrantes de la BBC le ha permitido armar un equipo más compensado y adaptar el dibujo a un jugador como Isco, ideal para moverse como mediapunta en un 4-2-3-1. Éste fue el dibujo que permitió al Madrid cuajar un gran primer tiempo frente al Atlético de Madrid. Zidane podría repetir el modelo, con un simple cambio de nombres: Pepe y Sergio Ramos por Varane y Nacho, y Benzema por Bale, lo que supondía la vuelta de Cristiano Ronaldo a la izquierda.

La disponibilidad de Casemiro y los seis puntos de ventaja permiten a Zidane especular con un planteamiento más conservador. Con la entrada del brasileño podría reforzar el centro del campo y hurgar en la debilidad del rival en los últimos tiempos. En ese caso, el francés podría apostar por un 4-4-2 de contención (con Kovacic, Casemiro, Modric, Isco) u otro más ofensivo, con Lucas Vázquez en lugar de Kovacic. Y siempre con Benzema y Cristiano Ronaldo como delanteros.