Un Florentino Pérez radiante presentaba el 2 de septiembre de 2013 a Gareth Bale como nuevo jugador del Real Madrid. El "Expreso de Cardiff" acababa de protagonizar a sus 24 años el traspaso más caro hasta entonces en la historia del fútbol (por encima de los cien millones de euros) y el presidente blanco ya tenía su tridente soñado: Cristiano Ronaldo, Benzema y Bale. Aquel día el doctor Carlos Díez, jefe de los servicios médicos del conjunto blanco, calificaba al jugador galés de "portento físico", y lo cierto es que sus arrancadas por la banda izquierda con el Tottenham habían asombrado al planeta futbolístico y convencido al presidente merengue. Pero aquel portento físico, aquel jugador de desborde imparable en velocidad, también era frágil como el cristal...

Y es que las lesiones han sido una constante en la carrera deportiva de Bale: tobillos (la zona más frágil y castigada), rodillas, talón, los isquiotibiales, la espalda, el hombro. En diciembre de 2007 pasó por el quirófano para operarse de una rotura de ligamentos del tobillo derecho y en junio de 2009 lo hacía para recomponer el menisco de la rodilla izquierda. Desde su llegada al Real Madrid ha sufrido nada menos que siete lesiones que le han obligado a poner freno. La última el pasado martes ante el Sporting lisboeta en la Liga de Campeones: una luxación traumática de los tendones de su tobillo derecho que le llevará el próximo martes al quirófano -será operado en Londres- y que le impedirá volver a jugar en un plazo que podría llegar a los tres meses. Hasta el próximo mes de febrero, para la vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones.

El Real Madrid había barajado inicialmente la posibilidad de que siguiera un tratamiento más conservador (fisioterapia), pero el tobillo derecho de Bale es una zona de "alto riesgo" y las posibilidades de que sufriera una recaída eran grandes. Por eso finalemente se ha optado por el quirófano, siendo la segunda ocasión en la que el extremo será intervenido en esa zona tras la operación a la que se sometió hace nueve años.

La velocidad, la mayor virtud de Gareth Bale, es también el origen de su calvario debido al contacto continuo con los defensas. Pero no el único. Bale también sufre un problema crónico de espalda (protrusión discal) que arrastra desde su etapa de juvenil y que, por ejemplo, le hizo perderse los Juegos de Londres.

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