Nadie lo utiliza para justificar el empate. "No es excusa. Los 22 jugadores estuvimos sobre el mismo campo", aseguran los célticos. Pero su cancha los lastra. El césped de Balaídos se ha convertido en un obstáculo para el juego combinativo en los últimos años: el anterior, por lo maltrecho que acabó; el nuevo, plantado en febrero, porque resulta inestable, resbaladizo, ya sea con lluvia como ayer o con sol.

"El campo no está pasando por el mejor momento. Nos tenemos que adaptar a lo que tenemos, no queda otra", se resigna el Tucu, que detalla: "El campo se levanta mucho, se producen muchos resbalones y el manejo de pelota no es el mismo porque el control tampoco es el mismo, no te da confianza. Siempre intentamos manejar bien el balón y en este campo se nos complica un poquito. Pero es para los dos equipos".

Cabral confirma una sensación generalizada en todo el vestuario: "Es un campo donde no estamos cómodos. Hay muchos resbalones. El campo no está seguro ni para los defensas ni para los atacantes. No nos sentimos bien. Pero no es excusa. Somos 22 los que estamos en el partido. Ellos han jugado en el mismo campo que nosotros".

Cabral ofrece su sintomatología: "El césped, cuando no llueve, también está muy blando como de raíz. Cada vez que pisamos fuerte se levanta. Eso te quita seguridad a la hora de frenar, de ir intenso a un marcaje o al delantero a la hora de querer hacer un regate. El campo está complicado". Afecta mucho en el marcaje individual, que exige un menor tiempo de reacción: "Un poco sí que dificulta nuestro juego".

Berizzo es el que menos prefiere ahondar públicamente en la cuestión. "No controlo los factores meteorológicos que lastiman el campo. Decirlo después de un partido que no ganaste me resulta poco conveniente".