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escambullado no abisal

Lo correcto

Lo correcto

Hugo Mallo será mañana sancionado por haber insultado a Munuera. No existe ninguna prueba videográfica contundente que cuestione la veracidad del acta arbitral. Este principio es una herramienta poderosa, empleada a veces de manera abusiva, pero comprensible en su espíritu. Si el acta no fuese palabra de dios, se haría muy difícil sancionar toda situación que una cámara no enfocase adecuadamente. En este caso concreto, Mallo y Munuera sostienen versiones diferentes. Es posible incluso que ambos tengan razón, el emisor en el "qué vergüenza" que afirma haber pronunciado y el receptor en el "sinvergüenza" que afirma haber oído. Ruido es cómo se conocen las interferencias en los sistemas de comunicación.

Materia diferente es lo que sucedió dentro del vestuario del árbitro. Mallo quiso disculparse por sus protestas. Munuera afirma que se disculpó por el insulto que aquel niega haber dicho. Desconozco el diálogo, si también se prestó a la ambigüedad. Las actas, desde que alguna mal redactada invalidó castigos, se han convertido en catálogos de frases hechas. Su seguridad se sostiene sobre vaguedades como "por formular observaciones".

El Celta, tan peculiar en la administración de su voz pública, ha emitido esta vez un comunicado para defender a Mallo. Pudiera resultar contradictorio que un club al que se acusa de tibieza rompa su silencio para hacer incluso peligrar el atenuante de su jugador -no debiera, igual de veraz será el acta en lo que respecta a la razón de la disculpa-. Es, sin embargo, la única batalla que vale la pena.

En España es costumbre nacional dudar de la honradez de los árbitros."Nos han robado", se oye cada jornada. Solo una metáfora, pero significativa en su elección y su frecuencia. Aún recuerdo cómo la prensa holandesa se escandalizó en el Ajax Arena cuando Lotina la empleó y se la tradujeron. Creyeron que era una acusación literal. Y algo de eso hay cuando se habla de conspiraciones federativas, manías, prevaricaciones... Cuestionamos constantemente la dignidad de seres humanos que intentan desempeñar su función lo mejor que saben. Entre "ladrón" y "mal árbitro" existe la misma distancia que entre "sinvergüenza" y "qué vergüenza". Esa frontera importa.

El árbitro, en general, se ha convertido en la excusa de manual para descargarse de culpas. Se habla más de una equivocación puntual que de los desastres propios o las virtudes rivales de 90 minutos. Es el chivo expiatorio que a la vez alimenta a las peores tertulias. La polémica fomenta el negocio.

Pero el Celta, en su comunicado, no habla del penalti a Bongonda ("nadie está exento de cometer errores"), igual que Berizzo jamás alivia su responsabilidad en un árbitro, por más que pueda señalar algún desliz como un elemento más del juego. Algunos aficionados critican esta política -y algunos jugadores no la secundan-, sobre todo cuando creen que otros adversarios rentabilizan sus llantos o enfados. Lo correcto no siempre es sencillo. Puede resultar incluso costoso. Pero es lo correcto pese a ello o precisamente por ello.

El Celta se queja de aquello que considera una mentira -y que podría ser solo una confusión-. Se queja a sabiendas de que no servirá de nada ante Competición. Se queja incluso de forma confusa en su relato, ya sea por la precipitación o por eludir cualquier tipo de mínima inculpación a Mallo. Pero acierta en la causa por la que pelear. Cuando tu capitán te dice que no insultó, que ese acta ataca a su honor, tienes que respaldarlo hasta el final o, ya que no confías en su palabra, destituirlo como capitán. Puede parecer un empeño inútil, estéril, ridículo. Es lo correcto.

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