Wembley lo transforma todo en leyenda, en historia relatada mil veces alrededor de la lumbre para pasmo de los que vendrán. Puede ser la final de un Mundial o un solo gesto en un amistoso, como el escorpión de Higuita. El segundo más indiferente puede transformarse en un instante maravilloso y único. La remodelación no le ha arrebatado el eco de esas glorias. Todo se escribe allí en pan de oro. Los cimientos de ese estadio se asientan sobre la esencia del fútbol. En su colección de momentos indispensables figura ahora el protagonizado por un moañés: Iago Aspas recibe en la derecha, encara a Stones, tira la bicicleta y limpia la escuadra. A los aficionados ingleses, que ya saboreaban una justa victoria, se les congela en la garganta su "God save the Queen".

El moañés rescató a España del naufragio. Agradeció la llamada de Lopetegui, aunque fuese en segunda instancia, por lesión de Diego Costa, y le regala al técnico oxígeno en esta delicada transición que debe gestionar. Esta Roja es necesariamente una versión menor de sí misma. No existen recambios para Xavi o el mejor Villa. Sin Ramos, Piqué o Iniesta, con Busquets depresivo, la salida del balón se espesa y el toqueteo posterior se vuelve insípido. Inglaterra emboscó a su rival con precisión, excelente en las diferentes fases de la presión, intensa y elevada, también generosa en el repliegue. Southgate, empeñado en convertir su interinidad en permanente, diseñó la estrategia más adecuada para sus fogosos atacantes, que convirtieron cada robo en una puñalada. Lallana transformó el penalti cometido por Reina sobre Vardy en el minuto 9 y este anotó de cabeza en el minuto 48. Una traducción aritmética de lo que sucedía sobre la cancha.

VÍDEO | El debut soñado de Aspas. // Carlos I. Castrillón

Iago Aspas había salido justo tras el descanso. No le afectó el golpe. El celeste tiene una concepción apocalíptica del fútbol. Cada balón puede ser el último. En Wembley, como en el Amsterdam Arena, él siguió creyendo en la remontada mientras otros dejaban pasar el tiempo sin sobresaltos. Aspas había irrumpido en la banda derecha, aunque con libertad para intercambiarse con el ariete -Aduriz primero, después Morata- y cabalgar por toda la frontal. Cuando salió Nolito probó a reactivar su sociedad. Jugó a un toque, tiró paredes, le faltó un suspiro en un balón suelto en el área pequeña, peinó un córner... La energía le desbordaba los poros, amagando incluso con descontrolarse como antaño. En el minuto 65 le sacaron tarjeta amarilla. Pero este Aspas ha aprendido a canalizar sus pulsiones. Su locura está ahora bien calibrada. Esperó su oportunidad: ese pase de Morata en el contragolpe, el mano a mano y el ángulo tantas veces soñado. Su golazo encorajinó a España e Isco completó la reacción apurando los restos del descuento. Un empate que enmarca mejor la obra maestra del moañés.

Cuando Lopetegui lo convocó, Aspas se convirtió en "trending topic" en Inglaterra, el más mencionado en Twitter durante un buen rato, por la extrañeza y la carcajada. Su etapa en el Liverpool se resume en un mal córner. Aspas volvió ayer a ser "trending topic" por el asombro y el remordimiento. Un "quizás" latiendo en la hinchada del Liverpool. No era aquel su rojo. Podría ser el de España. Al marcar se besó el escudo, que tal vez le supo extraño. Puede ser un sabor al que se acostumbre. Dios salve a Iago Aspas.