Aitor Rodríguez vivió un día inolvidable. Wembley siempre es una experiencia para cualquier futbolero. Algo imprescindible para cualquiera que sienta pasión por el deporte rey. Si eres celtista, asistir al debut de Iago Aspas con La Roja -estrella del renacido EuroCelta- es un lujo. El moañés respondió a ese apoyo que tuvo en la grada con una actuación histórica, un partido que rubricó con un golazo que enmudeció una de las catedrales del fútbol mundial. Iago hizo honor a ese cartel que rezaba alrededor del estadio el día antes del choque: en Wembley se entra futbolista y se sale leyenda. Aitor asistió "in situ" a esa transformación del Genio de Moaña.

"Desde que supe que venía Aspas no lo pensé dos veces. Tenía que ir si a sí". Era el principal objetivo de Aitor, un joven de 22 años de Salceda de Caselas que lleva dos años y medio viviendo en Londres. Compró junto a un compañero de trabajo una de las pocas localidades que quedaban. Al llegar al escenario, un miembro de Seguridad les advirtió. Estaban en una grada conflictiva. No debían hacer ruido para evitar incidencias con la afición local. Aitor, sin embargo, no se cortó. "Vengo a animar a mi equipo. Si marca España me van a escuchar todos los ingleses de dentro.y de fuera del estadio". Al final, el salcedense residente en tierras británicos acabó reubicado en la zona en la que estaban los aficionados de La Roja, una hinchada que acabó conquistada por la magia y el talento del delantero del Celta. "Flipaban. Comentaban que parecía que llevaba 100 partidos con la Selección", señala Aitor, a la vez que relata que algunos de estos seguidores españoles eran de diferentes puntos del país como Málaga o Elche.

Pero Aitor no era el único celtista en las gradas de Wembley. En el entorno del estadio se encontró con otros aficionados del conjunto vigués que también residen en Londres. El salcedense ecuerda el gol como si lo estuviera viendo en directo. Esa imagen, esos segundos, ya forman parte de la historia. "Fue como una premonición de que iba a entrar. La durmió perfecta hasta bien entrado en el área grande y con esa magia que tiene en la pierna izquierda la clavó", afirma. Él lo celebró a lo grande. Como ese niño que enfocaron las cámaras de Mediaset, histérico, feliz, mostrando la camiseta del Celta. El orgullo de La Roja se inició con el orgullo de la zamarra celeste.

Aitor, que señala a FARO que se levantaba del asiento cada vez que Aspas entraba en contacto con el esférico, paseaba este miércoles por Londres con una sonrisa de oreja a oreja. "Siento una felicidad enorme. Es como cuando tienes un sueño y te despiertas riendo, pues así me he despertado yo hoy", declara. Lo que está claro es que la felicidad de Aspas es la felicidad de todo el celtismo.