Pabellón José Garcés de Zaragoza. El MasVisión Amfiv B ha soltado amarras. Concluye el tercer cuarto 24-38. El CAI presiona (30-39, minuto 38), pero los vigueses aguantan la presión. La victoria, que acabará siendo por 34-48, está asegurada. Los últimos instantes, sin embargo, se viven con la emoción a flor de piel. El filial perdió todos los partidos de la pasada temporada, la de su creación y debut en Primera División. En la cancha maña conquistan su primera victoria en partido oficial. El entrenador, Nacho Cabaleiro, relata: "El final fue muy emotivo, consistió casi más en contener las lágrimas que en celebrarlo".

Un solo nombre ocupa sus mentes en esos instantes: Pablo Beiro, fundador del club, fallecido en febrero de 2015. "Llevan mucho tiempo esperándolo, queriendo dedicar la primera victoria a Pablo, que era muy especial para nosotros", explica Cabaleiro. "Para los peques, porque puso en marcha la escuela, todos lo conocen, la mitad empezó en la escuela gracias a Pablo, era su referente. Para los mayores, más de lo mismo. Si están jugando todos a baloncesto en silla de ruedas es gracias a Pablo. A algunos de ellos los fue a buscar a su casa y los puso a jugar".

Aunque comenzaba la campaña, el MasVisión Amfiv B ha pasado de la sequía a la racha triunfal. En pretemporada ya había obtenido los primeros éxitos de su corta historia, conquistando el Trofeo Villa de Avilés a costa de los anfitriones (38-44) y del Palencia (35-51). "Lo que nos falta, el objetivo que tenemos ahora, es ganar un partido para Pablo en su pabellón". El primer intento aún se demorará. El filial descansa el próximo fin de semana. Después visitará precisamente al Avilés. La liga se detiene tras esa cita. No será hasta el 17 de diciembre que reciban en Bouzas al Zuzenak.

Tiempo para festejar e insistir en la tarea. El MasVisión Amfiv B crece desde su naturaleza dual. Pablo Beiro había soñado con su existencia y su sobrino, José Antonio, sucesor en la presidencia, le cumplió el deseo de forma póstuma. En el filial encuentran acomodo los veteranos que ya no pueden militar con el primer equipo en División de Honor: Santi Comesaña, Vicky Alonso, Alberto Abalde o Juan Rodríguez. Junto a ellos, jóvenes que se inician o progresan en el baloncesto en silla de ruedas: Samuel Rodríguez, Nico Muñoz, Brais González y Uxía Chamorro. Estos ocho participaron en la gesta zaragozana. Faltaron por enfermedad el adolescente Luis Gayo y el asombroso Luismi, un prodigio sobre la silla con su hemiplejia. Álex y Ángela, los pequeños con parálisis cerebral, no suelen realizar desplazamientos tan largos. Gonzalo Suárez se incorporará en breve. Y Martín de la Puente, concluido el ciclo paralímpico de Río, le restará algo de tiempo al tenis y en Avilés promete estar. Ellos también participan del logro.

Combinar biografías y edades tan diversas tiene su intríngulis. "Lo llevan ellos mejor en el vestuario que yo en la pista", confiesa Cabaleiro. "Me cuesta hacerles comprender a los mayores que tienen que ejercer de ejemplo y acostumbrarse a ciertas cosas. Ellos vienen de una dinámica de alta competición en la que se busca el resultado, independientemente de la formación. Nosotros tenemos que conjugar esas dos cosas. A veces fallas en una acción por realizarla con la mano izquierda porque tu mano dominante es la derecha. Pero tú tienes que enseñarle a los niños que esa acción debe realizarse con la izquierda. Cuesta que cambien ese chip y que sean el espejo en el que tienen que verse los niños". En la relaciones personales, por contra, todo cuadra con naturalidad: "Dentro del vestuario los veteranos son como los padres y madres de los jóvenes, los tienen protegidos bajo el ala, a veces en exceso. Luego se encuentran con que los rivales les meten mucha más caña que sus compañeros entrenando".

Cuestión de tiempo

El inicio de la liga confirma lo apuntado durante las pruebas de preparación. Esta primera victoria oficial irrumpe así como consecuencia lógica de una dinámica. "Sabíamos que era una cuestión de tiempo, de que los niños aprendiesen qué es la competición y se fuesen endureciendo. Hasta el año pasado habían jugado partidos del Campeonato de España contra chicos de su edad, nunca contra séniors. Y de repente se han encontrado con rivales con trayectorias de quince o veinte años en División de Honor a sus espaldas. Es un salto brutal", explica sobre el proceso de los novatos. Los veteranos afrontaron su propia aclimatación: "Hablamos de jugadores como Juan, que llevaba diez años sin jugar, o Santi, Vicky y Berto, que estuvieron en el primer equipo pero nunca con un papel absolutamente protagonista, como tienen ahora en el filial. Han pasado de ser jugadores de complemento a tener que asumir un rol principal. Les ha costado asumir este papel. Ahora que lo tienen interiorizado las cosas fluyen mejor. Y con Berto hemos podido contar desde el inicio, cuando apenas lo tuvimos la pasada temporada".

El filial no puede ascender, ni aunque explotase al máximo sus posibilidades. El primer equipo les ciega ese camino. No es algo que inquiete a Cabaleiro: "Nosotros lo tenemos hablado desde que surgió el proyecto. Nuestro objetivo no es ganar, sino formar y que los niños vayan progresando. Y que la gente que por motivos laborales o personales ya no les encaja la máxima competición tenga una alternativa para seguir jugando. Somos competitivos, queremos ganar y plantarle cara a todo el mundo, pero nunca perdemos de vista nuestro objetivo real".