Un zapatazo rabioso de un defensa con arrestos para meterse en el corazón del área rival en plena final de un Mundial y poner el colofón a una magistral jugada colectiva que supuso el gol del título de 1970. Con esa imagen imborrable se recordará siempre a Carlos Alberto Torres, fallecido ayer en Río de Janeiro a los 72 años, de un infarto. El gol de Carlos Alberto le puso la guinda a la goleada por 4-1 en la final del Mundial de México 1970, en el que el Brasil de Pelé barrió a Italia y ganó su tercer título. Ese día, el capitán de Brasil también creó escuela al besar el trofeo Jules Rimet antes de levantarlo por encima de su cabeza, un gesto emotivo que, desde entonces, ha sido imitado millones de veces cada vez que un equipo grande o pequeño gana un campeonato.
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