El mediocentro serbio fue de los pocos jugadores del Celta que ayer intentó no rendirse ante el apabullante dominio del partido -no así del juego-, que mostró el Villarreal, favorecido por el extraordinario acierto en el remate. Ante las malas noticias que mostraba el marcador desde el primer cuarto de hora, Radoja procuró que el equipo de Berizzo recuperase el ánimo para meterse en el partido. Se entregó a fondo en cerrar espacios y en arriesgar, incluso más de lo debido, en los pases para que el Celta tuviese más presencia en ataque. Ausente El Tucu, al balcánico el tocó cubrir más campo. Fue una luz en la oscuridad que ayer vivió el Celta en El Madrigal.