Pontevedra respondió pese a que era lunes y a que la hora del partido no invitaba demasiado a pasarse la tarde-noche en el estadio lerezano. Las 18:45 no fue una hora muy futbolística, pero la ciudad mostró una vez más que cuando se la necesita en temas deportivos, da la cara.

Alrededor de 9.500 personas se congregaron en el remozado campo de Pasarón en una entrada que tuvo poco que envidiar a la de la visita de la selección sénior, recién proclamada campeona de Europa, en 2012.

Las banderas rojigualdas inundaron las gradas pobladas de personas de todas las edades, aunque con mucha presencia de niños, que aprovecharon que la noche todavía no había caído en la ciudad del Lérez para disfrutar de las promesas españolas junto a sus familias.

La escasa incertidumbre del encuentro y el gran juego de "La Rojita" provocó que en muchos momentos destacase el silencio entre un público más dedicado a disfrutar de un espectáculo al que no está acostumbrado que a animar a un combinado hispano muy superior a Estonia.

En esos instantes de reposo, emergió la figura de Manolo "el del Bombo", que de grada en grada iba enardeciendo los ánimos de una afición que contó con muchos pontevedreses, pero también con numerosas personas llegadas de la provincia y alrededores.

Invasión

La nota negativa a una tarde apacible y con una entrada propia de los grandes partidos del Pontevedra la pusieron los numerosos jóvenes que, tras el pitido final, desoyeron las indicaciones de la megafonía y saltaron al campo para estar más cerca con sus ídolos pese a la amenaza de multa y a los intentos de los guardias por evitarlo.

Fue el único lunar en el día en que Pontevedra volvió a disfrutar de un fútbol de élite a la espera de tiempos mejores para su equipo.