Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Celta: símbolo, sentimiento y negocio

Hace ya algunos años puse de manifiesto que las ampliaciones de capital con el objetivo de blindarse y permanecer al frente del Celta tenían el riesgo inherente de ir paulatinamente desnaturalizando la esencia del club, que en su conversión a SAD había requerido del esfuerzo ciudadano en general, de algunas empresas (pocas) de nuestro tejido industrial, destacando por su participación Pescanova, y de los miembros de aquel Consejo de Administración que cubrieron con su apoyo y aval la cantidad necesaria para que el club completara el proceso de conversión y mantuviera la categoría en el futbol profesional.

He tenido la ocasión de leer las manifestaciones de cuatro presidentes sobre el proceso de compra del club que a día de hoy parece imparable y la verdad que en ellas se recogen los enunciados del encabezamiento del artículo. Se habla de negocio, de sentimiento y de simbología íntimamente ligada a nuestra comarca y a Galicia. Todas esas manifestaciones de manera genérica sintetizan el asunto y abren las puertas a muchas reflexiones que convendría ponderar de forma serena y pragmática, asumiendo que estamos ante un verdadero asunto de ciudad que incumbe a pequeños accionistas, empresarios e instituciones públicas.

Comparto la reflexión del Sr. Alonso Riego de que un asunto de este calado debiera haber sido puesto sobre el tapete de la junta de accionistas y no actuar con un sigilo que no deja de ser un movimiento defensivo apriorístico para impedir cualquier movilización de la ciudad que pudiera disuadir a los posibles compradores. En resumen, mal comienzo ya que a pesar que hoy el Celta es un ente privado que se rige por las leyes del mercado su connotación peculiar (íntimamente ligada a ciudad e instituciones públicas que la han patrocinado, ayudado y subvencionado durante muchos años y que a día de hoy tienen en marcha una obra mayor en el estadio de Balaídos pagada con dinero público) hubiera merecido un consenso general que sí se ha recabado como necesario desde el club cuando ha pasado necesidad.

No sería justo, sin embargo, negar su valor a la gestión económica y deportiva del Sr. Mouriño que contribuye de forma decisiva a generar las posibles plusvalías actuales y es por tanto legítimo (ya que también somos conscientes de que asumió riesgos personales y aportó dinero de su patrimonio) que obtenga el rédito a su buen hacer. En este asunto comparto lo que dice Ignacio Núñez de que hay que quitarse el sombrero para conseguir que el Celta valga lo que dicen que va suponer su venta y que cualquier empresario o persona que arriesga su patrimonio y su trabajo tiene derecho a rentabilizar el éxito en su justa medida.

Creo, no obstante a todo esto y aún se está a tiempo de corregir, que la venta debe de hacerse extensiva a todo aquel que quiera vender y ser generosos desde el club a la hora de promover una venta colegiada y orientada desde el mismo club, compartiendo plusvalías e informando al detalle en junta general de las condiciones de esa transacción. Este aspecto otorga al proceso limpieza y legitimidad total y deja sin argumentos a "ciertos garantes de las esencias" que solo hablan pero que jamás han hecho otra cosa que hablar e incordiar. Son las eternas promesas de la ciudad que nunca han terminado de cuajar.

El aspecto final que no debemos obviar es que un factor primordial en la obtención de ese "valor añadido" es la ampliación del convenio de uso del estadio de Balaídos a 30 años más y las obras importantes que se llevan a cabo a cargo del Concello y la Diputación. Esa aportación pública debe de tener un razonable retorno económico al Concello de Vigo y eso cerraría el círculo del negocio que debe de ser un poco para todos sin excepciones y repercutir en Vigo, cuyo club como condición "sine-qua non" debe de seguir llevando la marca y los logotipos de nuestra ciudad: Real Club Celta de Vigo. Sin amputaciones.

El destinatario final puede ser opinable o cuestionado, pero en esta sociedad altamente globalizada -con un país como China empeñado en sectores estratégicos de nuestro país, que ya en Vigo acaba de cerrar la compra de una conservera emblemática como Albo y que seguramente nos sorprenderá con otras compras en el naval en donde no hace mucho Barreras vendió su cartera mayoritaria a Pemex (México)- hay que asumir realidades: o bien optamos por volver al vetusto "proteccionismo" o competimos y nos preparamos para lo que viene trabajando para ello y fortaleciendo las bases de nuestro sistema productivo. El Celta es un símbolo y un sentimiento forjado a lo largo de casi 100 años. Debemos esperar de todos el suficiente grado de sensibilidad para no desvirtuar el contenido de tantos años de historia, y para ello hay que comenzar este tránsito afianzando el futuro y clarificando el presente con una venta diáfana, justa, transparente y solidaria.

*Exvicepresidente del Real Club Celta de Vigo

Compartir el artículo

stats