La exposición pública de la encrucijada que afronta Carlos Mouriño como presidente del Celta interesa a toda la sociedad viguesa, pero muy especialmente a su deporte. Los clubes de la ciudad observarán con atención los acontecimientos que se vayan produciendo en Praza de España.

El Celta y los demás clubes de élite de Vigo habitan en universos completamente diferentes. Sucede en toda España con el fútbol de Primera División, pero además la crisis ha laminado a la mayoría de las principales entidades olívicas. Vigo llegó a contar con representantes en las máximas categorías de balonmano, baloncesto femenino, voleibol, rugby... Hoy solo el Amfiv resiste en División de Honor de baloncesto en silla de ruedas.

En los últimos tiempos se había ido extendiendo la idea de que el Celta, que por el contrario ha ido consolidando su proyecto a nivel económico y deportivo, podía implicarse de manera extrecha en otras modalidades. El fútbol femenino, concretamente El Olivo, ha sido el que públicamente lo ha pedido en alguna ocasión. Carlos Mouriño ha rechazado o aplazado hasta el momento esta posibilidad -la última vez, este jueves-.

A lo largo de los últimos meses han sido varios los contactos discretos de dirigentes de otras entidades con representantes célticos de diverso nivel. En ningún momento esas reuniones han cuajado en proyectos de contenido y calendario concretos. Pero al menos había cundido un cierto clima de diálogo, con expectativas relativamente esperanzadoras a medio o largo plazo.

Cualquier cambio en la dirección del Celta, ya sea de gestión o propiedad, influirá en esta "vía polideportiva". De ahí la expectación entre los dirigentes ante las diversas opciones que Mouriño ha apuntado. El director general, Antonio Chaves, era uno de los principales defensores de esa apertura del club hacia otros clubes. En tal sentido, que Mouriño lo descarte como presidente delegado -por propia voluntad de Chaves- ciega quizás una de las alternativas que el deporte vigués hubiera preferido.